lunes, 26 de agosto de 2013

De las carpinterías de madera, lo eterno y lo contemporáneo


aluminio y madera negociando el contacto, en Barcelona
El sol quema y destroza la pintura primero, y la madera después.

Como una berenjena perdiendo su tersura las carpinterías de madera se agostan.

El sector de la construcción responde con materiales cada vez más resistentes.

Y la cuestión de si esa resistencia es pertinente o no se va olvidando, desdibujando,
borrando por el efecto de la resistencia misma.

A gran escala es comprensible la soberbia de pretender materiales tan estoicos.
A escala doméstica ya me parece más discutible.

Egoístamente pensé, cuando Chispa murió, que un perro es ideal para un humano, entre otras muchas cosas, porque lo que dura su vida, respecto a la nuestra, es lo justo para verles nacer, crecer, decaer y morir. Y en medio haber tenido tiempo de disfrutarlos bastante intensamente como para olvidar, en ocasiones, que la vida pasa inexorablemente. Volviendo a recordar después que no, que la vida pasa de verdad. Observando en ellos un simulacro de nosotros, a escala menor, y con tiempo de aplicar las lecciones aprendidas en el proceso de esa pequeña vida que discurrió frente a nosotros.

Hacer algo similar con las cosas que nos rodean.

Este razonamiento, proyectado en arquitectura, me sugiere que puede tener mucho sentido y llegar a ser muy bello rodearme de materiales cuyo ciclo de vida dependa de mis cuidados.

Todo un edificio, quizá, resultaría excesivo. ¿Cómo elegir las partes que sí y las que no habrían de depender directamente de nosotros, como individuos? De nuevo la respuesta es complicada y sólo puedo argumentar que entre los extremos suele haber puntos intermedios de un equilibrio mágico. Y un buen arquitecto es un buen explorador, conseguidor y gestor de esas zonas de impunidad.

Las carpinterías, como los ojos o la boca respecto a la piel, son la parte habitualmente más presente en las negociaciones entre interior y exterior, entre yo y los demás, entre mi universo personal y el compartido. Son más humanas, por ejemplo, que los canalones o las losas de cimentación. Empecemos, por ejemplo, por ahí.

El gran argumento para no instalar carpinterías de madera me parece a mí
que se revuelve en contra, y se convierte en
el gran argumento para instalarlas: que requieren un mantenimiento regular.

Y parte de mi tiempo. Y de mi cariño. Y de mi atención.

Rascar y volver a pintar. Caerse y levantarse una y otra vez, para volver a trepar hasta lo mejor de uno mismo, antes de la recaída inevitable. Para volverse a levantar. Mientras se pueda.

Al tiempo que confundimos lo urgente y lo importante
las fachadas domésticas, cada vez más ligeras, se van llenando de aluminio. Un material que todavía no hemos conseguido domesticar, a escala industrial, en arquitectura.

Y yo sigo, pese a todas las advertencias e indicaciones en contra, revoloteando los elementos de madera como un insecto hace con la luz, obsesionado, convencido de que en cuestión de carpinterías, objetivamente, estamos yendo a peor. Alejándonos de algo esencial al ritmo bestial e imparable que impone la técnica.

Me pregunto para qué queremos el tiempo que no invertimos en mantener las carpinterías. Espero que lo invirtamos en algo mejor que rascar y pintar puertas y ventanas.

Cada vez me atrae más la idea de un estrecho ataúd de madera que se pudre en contacto con la tierra, frente a los nichos de hormigón armado en altura donde sobra el aire, frente a las cajitas metálicas que guardan cenizas, que los más modernos proponen lanzar al mar. Tender a que se registre, lo menos posible, la actividad humana.

No me parece nada mal. Pero no lo comparto. No lo quiero para mí.

Sonrío al verme a mí mismo, desde fuera, como de otro tiempo, uno pasado. Y sin embargo desde dentro me veo creciendo y acercándome a las cosas que creo que más importan, que parecen haber sido las mismas desde hace siglos.

Quiero tener que arremangarme una vez al año, si ése es el precio a pagar por disponer de una carpintería maravillosa. Quiero tener que encontrarle tiempo a esa tarea, regularmente. Y además estoy convencido de que al final amaré tanto el esfuerzo invertido como la madera misma. Y que las dos cosas, ciertamente, se fundirán.

Actividades que ayudan a conectar con la esencia de lo que somos: se me ocurren pocas cosas más eternas y contemporáneas al mismo tiempo.



martes, 28 de mayo de 2013

De la incontinencia y la intromisión

excelente caso de incontinencia formal y cromática, en Cartagena

No hay una regla que diga que siempre, o nunca, el arquitecto haya de plasmar la parte más personal de su imaginería en la obra. Pero muchos arquitectos tienden a hacerlo. De forma descarada o sutil, con motivos de peso o sin ellos.

Unos siempre son descarados, o tienden a serlo. Otros siempre son contenidos, o suelen contenerse. Los hay libres como el viento y reprimidos como si el ornamento fuera delito. Y entre todas las posibilidades intermedias se dan cuatro situaciones que puede que sirvan para enmarcar la cuestión:

1: Unas veces la incontinencia es descarada, por motivos que a mí, personalmente, me cuesta sentir y entender. Y de lo primero, creo yo, trata la arquitectura construida, antes que de lo segundo.

2: Pero lo negativo no es el descaro. Ni mucho menos. A veces éste resulta brillante y emocionante. Quizá porque se entiende. Pero ante todo porque se siente.

3: En los casos de contención también hay lugar para el fracaso, aunque se note menos. Pequeños coletazos de estilo, firmas casi inapreciables que no aportan nada realmente valioso al habitante. Y que suponen, como mucho, una batallita para el arquitecto. A cuenta del bolsillo y/o la comodidad del cliente.

4: Y por último la elegancia de la economía de medios no auto-censurada. La libre elección de no entrometerse demasiado, pero acertando al hacerlo.

Todo se trata del grado de intromisión deseado,
del grado que se logra finalmente, 
y del efecto del mismo.

Pero la intromisión se está realizando a niveles muy poderosos.
No hay manera de escapar del espacio físico.
Hay que recordarlo antes de soltarse la melena.

Tanto en los casos descarados como en los sutiles
creo que se da más a menudo la impertinencia efectista

domingo, 26 de mayo de 2013

De por qué la belleza


Un argumento podría ser que,
en última instancia,
todo se trata de una cuestión estética.

Como somos monos, como estamos tan lejos de dios, no podemos utilizar el conocimiento de la verdad como estándard para elegir de entre los modelos que somos capaces de producir. Podemos orientar nuestra brújula hacia "lo más verdadero", a lo que Wittgenstein se refiere como "lo suficientemente verdadero". Pero entonces la pregunta es: y cómo reconocerlo? Bueno... este es un prolífico campo de estudio, llamado filosofía de la ciencia, epistemología, ontología... cómo saber lo que es real...

Pero Platón, para el cual todo el resto de filosofía (occidental?) no representa sino anotaciones complementarias, dice que la clave reside en los conceptos de "bueno", "verdadero" y "bello".

Qué es lo bueno? Complicado... muy complicado de responder...
Qué es lo verdadero? Más complicado todavía, si cabe...
Qué es lo bello? Lo bello es fácil de discernir. Vas a ser condenado a sufrir las consecuencias de tu gusto. Y si no tienes gusto... que dios te ayude... porque estás auto-condenado a una pesadilla. No estarás cazando nada de la sutileza que sucede a tu alrededor. Mientras tu cabeza se rellena de cosas como Kant, sinsentido, tonterías...

Entonces, de nuevo, la metáfora del sueño. De tomar decisiones basándote en la belleza, que se descarga (de "download") en la cultura humana, en gran medida, a través de los sueños. Junto a otras ideas. Pero parece evidente que arquitectos, diseñadores... gente que está en la punta de la pirámide en cualquier proceso de diseño están muy familiarizados con sus sueños, sus ensueños, sus percepciones...

Esa es la dirección hacia la que orientar la brújula:
no hacia lo verdadero,
no hacia lo bueno,
(no porque no sean correctas, sino porque son demasiado resbaladizas)

pero hacia la belleza.

Y con ello, a mi entender,
la esperanza (confianza?) surge
como una consecuencia natural.

El que dice todo lo que se puede leer sobre estas líneas no soy yo. Esta es mi transcripción de una de las personas más bonitas que no he tenido el placer de haber conocido personalmente, pero cuyo output es aprehensible a través de la red, sobre todo en forma de audio. Y a veces, como en esta charla que dio en 1998 en San Francisco, disponemos del vídeo.

Una joya.

viernes, 24 de mayo de 2013

Lección inesperada 07: "King's Crossing" de Elliott Smith


Hay una pequeña frase en "King's Crossing", casi inaudible, que un coro responde a Elliott Smith, cuando éste pregunta por "una buena razón para no hacerlo".

Prepararlo todo, disponer cada cosa en su sitio: un bajo de hormigón armado, sobre él arcos corales, arriostrados con una voz y una letra que hablan de la esperanza y de lo contrario, de la autodestrucción y de lo contrario. Y erigir un castillo pirotécnico de percusiones alrededor de esa frase.

Después la canción continúa. Y acaba. Pero ese momento, aunque no es central (o sí?), está perfectamente abrigado. Sólo podría ser como es para emocionarme como lo hace.

Disponer los ingredientes de la arquitectura, las herramientas de las que disponemos, para que la cosa más blanda y ligera del mundo (un "we love you"*) se convierta en un proyectil de plomo con el que un francotirador acierta en pleno bulbo raquídeo.

Bajando ahora del castillo: utilizar esta estrategia con mesura, delicadamente,
en el proyecto arquitectónico: darle a (casi) cada parte del espacio lo que precise, encontrar las combinaciones predecibles o impredecibles de factores, dentro del océano de posibilidades y datos, para que algunas de las cosas más normales se conviertan en especiales, y catalicen lo mejor de la vida. 

¿Se puede calcular en arquitectura con tanta precisión? Yo no lo sé... creo que no. La misma idea de cálculo me despista. Algunos consiguen resultados creíbles, y son capaces de repetir la hazaña. Pero pienso que se debe a una mezcla de talento y suerte. E intuición, en los mejores casos. Todavía no existe la ingeniería emocional.

Y sin embargo, cuando algo funciona y conmueve, lo hace gracias a una serie de factores concretos. Flexibles quizá. Pero concretos.

Bonita trampa... saber que no es posible proyectar sin ese principio de incertidumbre.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Crítica constructiva a la "Declaración por la arquitectura" de la CSCAE, sobre la LSP


No digo, ni mucho menos, que yo tenga la solución. Ya me gustaría.

Vaya por delante que aprecio todas las iniciativas que defiendan nuestra profesión de forma abierta, comprometida y honesta con nosotros mismos y con la sociedad.

Por eso mismo quiero hacer una crítica constructiva sobre la "Declaración por la arquitectura" de la CSCAE:

Apurando, sólo hace referencia directa y específica a la arquitectura en el tercer párrafo, cuando se dice "artísticas y humanísticas".

Si se suprimen esas tres palabras anteriores la declaración podría estar siendo hecha por un consejo de ingenieros.

Todo lo demás, cuando se habla de "cultura", de "habitabilidad", de "seguridad", de "interés público", de "espacios confortables, sólidos y seguros, e incorporar valores estéticos, medioambientales y urbanos"... todo eso no es exclusivo de la arquitectura.

Si no encontramos lo que realmente nos diferencia y aprendemos a transmitirlo tenemos un problema.

Así no vamos a convencer a nadie.

Necesitamos algo mejor.


sábado, 4 de mayo de 2013

Estudio de fragmentos 02: centro de conciertos y conferencias Harpa

Premio de arquitectura Mies van der Rohe 2013.

Una cosa es citar a los muertos (en lo cual puede caber la injusticia).
Pero otra muy diferente, y directamente injusta, es dar premios en nombre suyo.

Han pasado más de cuarenta años desde que Mies desapareció. Y no hay manera de saber si él estaría de acuerdo con la ejemplaridad de las obras que está dispuesto a galardonar el premio que lleva su nombre, o si por el contrario él pensaría que el discurso de dicho premio es ambiguo, o que Europa está perdida.

Este conjunto de duras opiniones, que personalmente suscribo, son para mí la primera crítica necesaria sobre el edifico Harpa. Si pudiera aportar algo lo haría, pero consciente de mis limitaciones os recomiendo, simplemente, que leáis con atención los tres artículos referenciados en el párrafo anterior.

Yo a lo mío, que es ser proyecto de arquitecto. Y sobre todo ciudadano con casi treinta años de experiencia en ello. Más concretamente, desde hace dos años y medio, ciudadano de Reykjavík.

Cuando llegué a Islandia Harpa se encontraba en la fase final de construcción. Intenté suspender mi juicio, aunque no lo conseguí del todo porque su situación privilegiada (en pleno centro y a la orilla del mar), el uso programado (conciertos y conferencias) y la fachada que a medias ya permitía imaginar su alto coste levantaron en mí las suspicacias a las que la experiencia me tiene acostumbrado. Pero esperé para ver qué forma tomaba su justificación.

Esa forma está ya definida. Puede y debe empezar, por tanto, la opinión al respecto. Yo he tardado todo este tiempo en pronunciarme. La concesión del premio me ha recordado que ha sido necesario, pero también suficiente, este lapso para emitir una crítica consistente.

Hay varias cosas importantes que están bien conseguidas en Harpa. Otras, en mi opinión, no tanto.

OBJETIVOS PRINCIPALES 
Lo primero de todo es reconocer que nos encontramos ante un edifcio "cool". Esto unos lo consideran positivo. Otros radicalmente negativo. A mí lo "cool" me pone, como mínimo, en estado de alerta. Pero se buscaba un edificio "cool" y se ha conseguido.

Como elemento urbano, obviamente, ha modificado por completo todo a su alrededor. Cada día decenas de personas se acercan, entran, fotografían, curiosean... y algunas incluso acuden a las actividades que se realizan en el interior. Éstas actividades parecen haber mejorado de largo las condiciones en las que tenían que darse previamente: más espacio y mejor para la música. Cumple su función principal y la cumple bien. Y de paso es una de las joyas de la corona para el reclamo turístico, muy en consonancia con la reorientación que Islandia lleva unos años potenciando como destino turístico de masas, que ya están empezando a conseguir. El "principio del fin" en mi opinión, usando las palabras de Walter Benjamin sobre la Ibiza de los años treinta. Pero esta es una cuestión demasiado compleja y polémica, para mí y para este pequeño blog de arquitectura. Vuelvo al edificio:

TÉCNICA Y FACHADAS
Destacaría la factura técnica: está construído cuidando los detalles a un nivel de exigencia muy alto. Mérito de los proyectistas que ganaron el concurso para su construcción y de los trabajadores que lo han construido.

Pero a parte de hacer algo técnicamente bien, me interesa el porqué se hace. La técnica por la técnica no tendría criterio, dirección ni sentido, aunque tenga recorrido.

CLICK en la imagen para AMPLIAR
Centro de conciertos y conferencias Harpa (Reykjavík, 2011) 
de Henning Larssen Architects + Ólafur Elíasson

Un aspecto que no quiere ser culpa de nadie es que la fachada principal tenga volumen pero las demás no (1) (ésa es la fachada premiada, no su versión lateral o trasera, que son burdas). Quizá se debe a problemas "imprevistos" con el presupuesto. Por tanto las polémicas bondades de la piel las podemos contemplar sólo en la cara. El resultado es que al rodear el edificio y comparar las otras fachadas con la principal sobreviene la sensación de que nos han hecho una mascarada, un descaro torpe porque no se ha conseguido camuflar del todo ni en la fachada frontal, donde por mucha ingeniería geométrica a la que se hayan encomendado una estructura tridimensional tan compleja, inclinada, cuando quiere entregarse con un plano horizontal genera monstruos. Y éstos han quedado flotando a tres metros del suelo (2), sobre nuestras cabezas, justo antes de entrar por la puerta principal. Muy bonitos, pero monstruos. Aunque dan juego, la gente mira a través de ellos. Pero es un juego caro y vanidoso. Parte del precio de haber intentado casar a un artista con un grupo de arquitectos.

Después hay otras cuestiones de proyecto, de diseño, que lo incapacitan para ser considerado un edificio ejemplar, y por tanto merecedor de un premio prestigioso. Lo cual, al margen de la discusión sobre los valores que un edificio como éste transmite, habla de los que han decidido premiarlo y del prestigio del premio en sí: qué factores consideran ellos importantes en arquitectura? con qué grado de profundidad analizan los proyectos antes de considerar que merecen los 60.000 euros correspondientes?

VOLUMETRÍA: PLANTAS Y SECCIONES
Quizá lo más característico de Harpa es que se trata de un edificio torcido, en planta y en sección. Eso es un hecho. Algo que de partida no es bueno ni malo. Depende, exclusivamente, de qué se haga con esa falta de ortogonalidad y verticalidad (la cual hay que recordar: no es un capricho de arquitectos aburridos, sino la respuesta más directa a la fuerza dictatorial de la gravedad). Hay casos excelentes de "edificios torcidos". Uno bastante comedido, pero también en planta y sección y muy cercano a Harpa (apenas dos kilómetros) es la sede para Nordic House. En este caso, sin entrar en la tremenda calidez que emana (por ser mucho más pequeño también), los gestos torcidos, las inclinaciones, parecen explicarse por sí mismos cuando uno recorre el edificio. En Harpa, sin embargo, yo pienso que primero decidieron la fotogénica volumetría, a grandes rasgos, y después se les ocurrió esa especie de pasarela escalonada en la que han creado unas terrazas con sofás y mesas (3). Que a parte de no ser muy cómodas para andar subiendo y bajando cócteles su valor principal reside en tener vistas a la ciudad y luz directa del sol, algo que era posible de muchos otros modos menos forzados. Y su extrañeza no me parece un valor añadido positivo. Por todo ello la decisión de desviarse de la verticalidad, como no me contrarresta la sensación de inestabilidad cor argumentos de más peso, yo la encuentro insuficientemente justificada. Sospechosamente alineada con el espectáculo que nos permite la técnica contemporánea. Como si poder hacer algo fuera razón suficiente para llevarlo a cabo.

Todo lo anterior repercute, obviamente, en la volumetría exterior. Aparentemente elegante desde algunos puntos de vista, algo así como una mujer tumbada (4). Pero los que vivimos en Reykjavík estamos acostumbrados también a perspectivas diferentes que no son tan habituales en internet. Y algunas de ellas corroboran a mi entender que hubo frivolidad (en el peor de los casos) o falta de tiempo (en el mejor de ellos) para componer los volúmenes de Harpa pensando en todos los puntos desde los que se acabaría viendo. "Torpe" acude a mi mente.

COSTES
Por otro lado, al ver tantas barras, tornillos, cristales, espejos (5)... y su geometría inspirada en las columnas de basalto, lo primero que pensé fue en los costes, los de imaginarlo, modelarlo, construirlo, limpiarlo y repararlo. Necesariamente altísimos.

En esos casos siempre me viene a la mente la Alhambra de Granada. Un lugar donde, a pesar de que imagino que se utilizarían esclavos, la relación entre coste y efecto del resultado es mucho más pareja. Quiero decir que el coste debió ser altísimo pero el resultado a mí, personalmente, me estremece. En Harpa, por el contrario, lo más intenso que siento es vergüenza ajena observando el espectáculo nocturno que sólo en ocasiones intenta imitar el movimiento de las auroras boreales. Lo cual sólo puede satisfacer a un turista que no las haya visto en su vida. Y mira que me gustan otras obras del mismo artista... pero esta vez, jugando en casa de sus padres, mi opinión es que ha resbalado.

METÁFORAS
He leído varios artículos melosos y complacientes con estas metáforas: el basalto de la geometría de la fachada, las salas sólidas (por fuera) como montañas de roca, la sala principal roja como el interior de los volcanes, la luz especial que hay en Islandia filtrándose por los vidrios coloreados que cambian durante el largo día estival... y es cierto que hay algo de ello. Quiero decir que hay referencias a esos referentes. Pero esto en sí mismo no sirve de nada. O se produce muy explícitamente esa relación o lo mejor es no decirlo, porque se hace difícil justificar tanto dinero soportándolo con juegos de palabras. Sería más justo e inteligente, y menos pretencioso, hablar de cosas cómo que el edificio, en general, es oscuro por dentro (6). De cómo esa oscuridad muchas veces no está contrarrestada con la iluminación artificial, lo cual genera zonas realmente agradables, amplias, donde uno puede estar solo, casi a oscuras. Y se producen entonces reflejos y efectos de contraluz que ayudan a entender el edificio, sus recorridos, sus materiales (7)... e incitan al estado de ánimo a predisponerse para lo que al final hemos venido al edificio, que no es tanto tomar fotografías como asistir a representaciones musicales.

REPRESENTACIONES MUSICALES
Yo he asistido tres veces a las tres salas principales. De mayor a menor tamaño, respectivamente, para ver a Buika, Björk y Yann Tiersen. En el proceso (en mi opinión muy importante) de llegar a las salas no he encontrado nada especial. Muy correcto, sin más. Visual y acústicamente, desde mi poca experiencia, puedo decir que ha sido muy satisfactorio las tres veces. El color rojo de la sala principal (me dan igual los volcanes...) considero que es realmente acertado. Hay una relación entre el rojo y el espectáculo que no entiendo del todo, pero que funciona en mí: el color me dispone para lo que viene y me acoge mientras dura. Y la evacuación de las salas me sorprendió por su eficiencia en los tres casos. Quizá es que en España estamos mal acostumbrados.

LA GRAN OLVIDADA
Por último a lo que para mí hubiera sido un argumento inicial de proyecto ellos apenas le han hecho referencia. Un gigante bueno, una especie de ballena: la montaña Esja. Se puede ver desde Harpa porque todas las fachadas son de cristal (8), pero la han ignorado casi por completo. Aunque hay un pequeño volumen de oficinas o salas de reunión orientadas explícitamente hacia la montaña, como usuario o visitante puntual del edificio no he sabido encontrar una sola referencia, directa o indirecta, a esta maravilla natural que apenas está al otro lado de la bahía (9). Me parece evidente: se lo han olvidado porque no han estado en Reykjavík, o lo han hecho muy de pasada. Uno de los peajes de los concursos internacionales: se proyecta sin conocer de verdad el entorno. Nadie les advirtió de que en Reykjavík hay una montaña mágica. Y el jurado, al parecer, tampoco lo sabía. Tenían una oportunidad de lujo para bailar con ella. Tenían una cita. Pero le han dado plantón.

Con esto cierro el pequeño estudio parcial que resume mi opinión sobre los aspectos que más me han llamado la atención. Y acabo con una reflexión personal en cuanto al significado:

El exclusivo protagonismo de esta pieza es previsiblemente temporal, el futuro depara todavía sorpresas: frente a Harpa hay un foso enorme que ocupa una superficie nada despreciable. Yo pensé inicialmente que iba a corresponder a un párking subterráneo. Pero parece que allí irá otra pieza más (un centro comercial?) de una delicada operación urbana que seguro será polémica. Quizá los arquitectos de lo que está por venir decidan hacer con Harpa lo mismo que éste ha hecho con la montaña mágica que tiene detrás: ignorarlo. Con otro edificio más grande, más caro, que haga más luces, que gane más premios. Y como las ruinas del ángel de la historia los proyectos estrella se irán acumulando "ante él hasta el cielo".

Se dice que Harpa es el símbolo de un renacer, que ha reactivado la zona del puerto, que traerá muchas cosas buenas... yo no lo niego, pero estoy seguro de que un edificio arquitectónicamente mejor habría cumplido las mismas funciones, e incluso otra más esperanzadora: haber apuntado a que aprendemos de los errores.

Pero no, Walter Benjamin parece llevar razón: el huracán se ha enredado en nuestras alas, y es tan fuerte que no podemos cerrarlas. Nos empuja irremediablemente hacia el futuro, al que damos la espalda, mientras crecen los montones de ruinas hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos "progreso". Y se podría contemplar a diario, por ejemplo, mirando a Harpa. Si las luces y el humo y el espectáculo y algunos premios de arquitectura no estuvieran diseñados para enmascararlo.

No hace falta lamentarse para sentirlo, y ser capaz de constatarlo.

viernes, 3 de mayo de 2013

Perla fugaz 03: la memoria de Miguel

(cazada en el documental "Nostalgia de la luz")


Es necesario ver todo el documental para hacerse una mínima idea de lo que supone la memoria de Miguel, y el método que desarrolló para poder conservar la información en su cabeza.

Con ello fue capaz de redibujar los detalles del campo de concentración de Chacabuco, el más grande de la dictadura de Pinochet.

Su aparición no son demasiados minutos, pero vale mucho la pena escuchar su historia contada por él mismo. Mientras redibuja, una vez más, sus trazos firmes y temblorosos al mismo tiempo.

Un héroe perdido en la inmensidad del desierto de Atacama.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Perla fugaz 02: casa de Martha

(cazada en Black Mirror)



Aprovecho para recomendar el capítulo, que a mí es el que más me ha gustado.

Más que en la idea conductora de cada historia el jugo yo lo encuentro en el reverso de los sentimientos que son catalizados por ésta. Eso, al mismo nivel que la visión futuristamente cotidiana, es para mí la clave de la serie.

La fotografía del capítulo seguro que ayuda, pero la casa de la protagonista es una delicia en sí misma. Concretamente los interiores. Un juego de madera, telas y tonos pastel muy acertado. Colores y texturas que no son el mismo, pero que se comportan como un solo ser. Combinado con detalles como el pomo de la puerta, de latón... todo ello en medio del campo... me desplaza a estados interiores que me conmueven.

Lo determinante para mí es que toda esa combinación de colores y materiales, al final, de forma sutil y silenciosa, tiene presencia. Frente a la ausencia y estridencia que a mi entender caracteriza la mayoría de construcciones.

Parece un requisito imprescindible. Podría afirmar que la buena arquitectura está presente, no como objeto, sino más bien como un ser. Uno más grave que nosotros, que fuera consciente de la insoportable levedad humana.

Por el contrario cuántos objetos están ahí, físicamente presentes, y al mismo tiempo no están. Materia que funciona, pero a la que le falta esa consideración por lo humano.

Exactamente de lo que trata el capítulo.

jueves, 25 de abril de 2013

De la oposición a la LSP

(LSP: Ley de Servicios Profesionales)



Incluso decir que "no quiero repetir lo mismo que han dicho otros, porque ya se ha escrito mucho sobre el tema" resulta repetitivo a estas alturas.

Quizá sólo queda espacio para reflexiones complementarias.

Desde los que lloran la muerte de la arquitectura a los que proponen que fluyamos, pasando por los que culpan a nuestros gobiernos, los que se culpan a sí mismos, los que aportan datos juridico-técnicos, los que disparan a todos lados con intención... a mí me faltaría más información y más experiencia para posicionarme más sólidamente, pero no dejo de ver a un puñado de humanos intentando organizarse. Con los problemas que nos acarrean la bondad y la maldad que nos son propias. Y para colmo soy determinista radical y confeso.

Pero soy de los que piensa que en esta cuestión tenemos la razón de nuestra parte. Y que demostrarlo es todo un reto necesario. Que más que defender nuestro terreno tenemos que ganárnoslo, cada día, en un tablero nuevo.

Por un lado se argumenta que no hemos sabido poner a la ciudadanía de nuestra parte. Porque parece, efectivamente, que como sector no lo hemos conseguido. Pero no es el servicio a la ciudadanía, en mi opinión, lo que caracteriza la tarea del arquitecto. Que indiscutiblemente puede componerse, en mayor o menor medida, de ello. Pero no es lo característico.

Defiendo que no lo es porque para mí el servicio al ciudadano, de forma individual o colectiva, es algo que doy por hecho, y es un factor compartido con muchas otras profesiones. Me parece de sentido común, sólo faltaría que construcciones físicas financiadas por "la ciudadanía" no ofrecieran un servicio a la misma. Pero la arquitectura se dedica a infiltrar sentimientos, estados de ánimo y predisposiciones ante el mundo, como polizones, en esas construcciones. Y el "servicio a la ciudadanía" no es una excusa para ello, ni tampoco su razón de ser, sino la plataforma necesaria para rotar el carácter ordinario de la vida y orientarlo hacia lo que tiene de extraordinario.

Por otro lado no sólo a la ciudadanía, si no a muchos otros profesionales (incluidos los políticos y los ingenieros con los que algunos pretenden confrontación), parece ser, tampoco hemos convencido.

Si no se nos entiende es porque estamos empeñados en defendernos utilizando los conocidos argumentos de la belleza, la emoción, la armonía, la materialidad... que supuestamente sabemos utilizar o manipular, pero no explicamos qué son esas cosas en sí mismas, porque no lo sabemos. Lo sentimos, probablemente. Los mejores arquitectos incluso saben ciertamente producirlo. Pero en general no sabemos transmitirlo, ni explicarlo a quienes ya están demasiado ocupados haciendo bien (o incluso mal) sus tareas. En el fondo no sabemos de qué estamos hablando. Tras varios siglos intentándolo no hemos conseguido definir "arquitectura", ni "espacio", ni "ambiente", ni "atmósfera", ni "lugar"... de forma intergeneracional e interprofesionalmente satisfactoria. Y esa carencia se evidencia cuando pretendemos esgrimirla en nuestra defensa. Citamos las causas pero no explicamos los efectos. Una espada que se funde al calor de la batalla, cada vez.

Y entonces necesitamos argumentos autoritarios, o populistas, o voluminosos, o efectistas... porque no afrontamos el problema de raíz. Esa raíz es que no hay solución hasta que no definamos lo inefable de forma creíble. Lo cual me temo que convierte el problema en irresoluble.

Pero no es ahí donde acaba, en tragedia, la cuestión. Si no más bien, justamente, lo contrario:

Es precisamente, de ese abismo, de donde surge la vida. ¿Acaso esperabas algo distinto?

La sensibilización argumentada, en forma de lucha, como lenta e imperfecta solución.

"Sé amable, cada persona con la que te cruzas está librando una dura batalla", consejo de maestro.

Ser amable y fluir en la lucha, contra las ideas, nunca contra las personas.

Buena suerte, nos veremos por las trincheras.

No a la LSP.

sábado, 20 de abril de 2013

Perla fugaz 01: casa de Jirayr Zorthian

(cazada en un documental sobre Richard Feynman)

casa-taller de Jirayr Zorthian
Por supuesto recomiendo ver todo el documental. Y como mínimo, para contextualizar esta perla en su fugacidad, entre el 13'18" y el 16'07", después de una historia conmovedora y justo antes de una anécdota que incluye al propio Richard Feynman. Pero para los impacientes se trata exactamente del 14'39" al 14'43", apenas 4 segundos en los que un perro cruza la escena.

Parece ser que se trata de una obra inacabada, de auto-construcción, de un artista del que no tenía noticia.

Es su carácter de castillo de madera, de caseta de árbol laberíntica, de potencial mágico insondable... lo que me ha fascinado. Justo así, cuatro segundos. Nada más. Estoy seguro de que cuando me haga mi casa tendrá algo de esta imagen. E intuyo que saber más del artista, llegar a conseguir más imágenes, algún tipo de plano... acabaría por diluir el embrujo.

No hay mucha información en internet. Y así me parece perfecto. No quiero saber más. Sólo quiero quedarme con lo que esta imagen me inspira, archivarlo en mi sistema, mi mente y mi piel, y rescatarlo cuando me haga falta.

Toda tu vida, tu obra y tu casa, reducidas para mí a función de boceto mental.

Discúlpame, Jirayr. A mí también se me agota el tiempo. Sois demasiados, demasiado bonitos. No puedo bucear con profundidad en todos vosotros. Necesito utilizar también mis prejuicios. Me muevo intuitivamente, lo cual es injusto en ocasiones, pero es lo mejor que tengo.

Sé que ya sabes que sé que sabes que sé. Estamos, por tanto, en paz.

Hasta la próxima. Sinceramente gracias.

Saludos a Richard.

viernes, 19 de abril de 2013

Las perlas fugaces

Como su nombre indica son "perlas" y "fugaces", es decir, cosas de valor pero de corta duración, que desaparecen rápidamente.

En esta nueva sección pretendo cazar una imagen, un fotograma, cuatro píxeles aunque sea... que las representen. Lo justo para no dudar de que existieron. Pero por lo demás tengo pocas pistas.

No descarto fusionar esta sección, más adelante, con las "Lecciones inesperadas", pero de momento las separo. Las "Lecciones inesperadas" pueden ser fugaces o no, pero siempre son extraídas de referencias que no tienen nada que ver, a priori, con la arquitectura. Y sin embargo me brindaron súbitamente una lección aplicable a ésta.

Las "Perlas fugaces", por el contrario, son perlas literalmente arquitectónicas. Registradas de forma marginal, que a punto estuvieron de pasarme desapercibidas.

En el próximo post, la primera, se internará en la atmósfera ecotopológica. Su paso está previsto para este fin de semana. Espero que acompañe la meteorología.

jueves, 18 de abril de 2013

Rasgo de carácter 01: la rotundidad

Las construcciones, como las personas, en ocasiones se caracterizan por expresarse con rotundidad, en sentido de firmeza.

Como en las personas, me parece distinguir tres formatos:

Primero: cuando llevan mucha razón. Me resulta ejemplar, envidiable, admirable. Por tanto, por mi parte, es bienvenida. Aunque sea yo el aplacado. Haciendo cosas bien hechas.

Segundo: cuando se pronuncian de forma rotunda con argumentos muy discutibles, polémicos, pero difícilmente falsables. Esto lo respeto bastante porque lo considero todo un arte. Una suerte de funambulismo. Haciendo cosas que pueden llegar a ser muy útiles.

Tercero: cuando por el contrario no llevan suficiente razón, se pronuncian con argumentos que no pesan lo que pretenden, entonces siento una mezcla de vergüenza ajena, compasión y sed de justicia. Haciendo cosas que contaminan.

La cuestión se ha desplazado, por tanto, desde la rotundidad hasta la razón. La segunda determina la pertinencia de la primera. Pero el tiempo modifica las variables de cálculo. Y como el agua que corre va suavizando los éxitos y los fracasos. Tiende a funambulizarlo todo.

Una vez más, el paso del tiempo, juega en favor de los impostores,
los rotundos del tercer formato.

El tiempo cura casi todo, pero no es su función hacer justicia.

La rotundidad es un capricho del pasado. Y en el presente una herramienta.

domingo, 10 de marzo de 2013

Los rasgos de carácter

Ya está, ya se acabó de construir el edificio.

Ha llegado ese día en el que como arquitectos de un proyecto ya podemos decir que no será preciso volver al lugar con el fin de seguir contribuyendo en la tarea de darle forma. Porque consideramos, a efectos prácticos, que se puede dar por "finalizado".

Entonces comienza una de las etapas que más me apasiona e interesa:

el edificio por su cuenta, como un ser ya independiente, liberado de (y/o condenado por) las personas y máquinas que lo han conformado, comienza a expresarse por sí mismo. Al principio de forma torpe, como un bebé: olor a nuevo, confusión en los pasillos... Después pasará por varias fases, más o menos similares a las humanas (son peligrosas, pero útiles, las comparaciones): su infancia, su adolescencia, su madurez, su envejecimiento... que no ha de ser necesariamente humillante, como el de los humanos. Y paralelamente por fases que son propias de la arquitectura: el comienzo de una larga relación con las preexistencias, el ir siendo ocupada poco a poco por humanos, el asentamiento de la estructura, las primeras grietas, el irse ganando un hueco (y quizá un apodo) en el imaginario colectivo, la espera hasta que la vegetación estará presentable, el embellecimiento de los materiales nobles, la decadencia de los traicioneros...

Es por eso que, a su manera, los edificios tienen su propio carácter. Algo que los mejores arquitectos quizá puedan orientar, en mayor medida. Pero incluso a ellos se les va a escapar, en algún momento, la criatura. Aunque al sol la inauguración haya sido impecable. Aunque pasen bien los días. Aunque no se quejen los usuarios, porque todo funcione perfectamente. Aunque reciba premios. Aunque envejezca noblemente. Aunque coincidamos en que efectivamente se produce allí el embrujo, en ese nuevo lugar del mundo que supone el edificio.

A pesar de todo eso las noches vendrán. Y los nuevos días. Pero no nos pertencen. Y en esas noches y días que no son nuestros el edificio irá gestando su carácter. Y ese temperamento adquirido es el que utilizará para relacionarse con los humanos. No el que nosotros queremos ver, el que describen las poéticas memorias, las descripciones de los usuarios que lo habitan...

Las creaciones, como los hijos, tienen algo que sólo es suyo. Impredecible. Que nadie podría haber controlado. Porque todos los intentos en esa dirección no serían más que factores añadidos a una ecuación de por sí demasiado compleja.

Y este factor que tanto escapa a nuestro control, el dinámico carácter de la obra, es tan decisivo como el que más.

Esta sección del blog intentará recopilar esos rasgos de la personalidad de las construcciones físicas.

Sin más elucubraciones, en el próximo post, comienzan los "Rasgos de carácter".

miércoles, 27 de febrero de 2013

De los referentes naturales que polarizan el espacio


él o ella, Esja, en Reykjavík

Nuestra relación comenzó con un flechazo. Ha sido apasionada desde el principio.

Pero pasión de la buena, con desapego. No el tipo de pasión posesiva que inunda de sangre los pulmones de la antorcha humana.

Hay días, de verdad, en que casi ni la miro. A ella le sucede lo mismo. No nos culpamos porque no nos pesa. Nos queremos tanto que nos queremos libres. Y esto es lo mejor para los dos.

Cada mañana, no exagero. Es literalmente cada mañana desde hace más de dos años, cada día cuando salgo de casa, que al mirarla me hace sonreír y sentirme tremendamente afortunado. Una fascinación implacable, inédita en mí.

Y es que tiene tantas caras, todas tan bellas...
que incluso cuando la noche,
la lluvia,
la nieve o la niebla
no me permiten verla directamente (ellas también quieren su parte)

yo la imagino tanto que casi diría que puedo verla.

Pero no es sólo una cuestión de belleza. Tiene algo de un orden mayor, que no alcanzo a descifrar. De ahí su poder. No sé si tiene algo mío. O si yo tengo parte de ella.

Existen elementos naturales del entorno físico que polarizan las indicaciones y referencias de los habitantes. Más que los puntos cardinales o las calles. Gigantes del imaginario, al margen de su tamaño.

Yo estaría de acuerdo en que no hacerles ningún tipo de alusión al proyectar en su zona de influjo, una relación de ignorancia para con ellos, se considerara delito arquitectónico. Tranquilamente. Para qué demonios estamos en la Tierra si no, sólo para sobrevivir?

Qué radical me pongo a veces, cuando me domina la pasión.

viernes, 22 de febrero de 2013

Pequeño detalle importante 02: llegada al portal





Un clásico: en un edificio por lo demás muy correcto diseñar una "no llegada" al portal. Que no haya transición entre la calle y el interior. Como si nadie (ni siquiera el cartero) tuviera nunca que esperar mientras suena el interfono. Como si a veces no hubiera que buscar las llaves. Como si nunca nevara. Y lo peor, como si nunca lloviera. Y nadie en mi edificio lo dice, pero todos nos mojamos con esos goterones cuajados y congelados que nos impiden llegar antes de haber llegado. Con lo bien que sienta estar llegando a casa antes de haber entrado al portal...


sábado, 16 de febrero de 2013

Sudden random teleportation 01

Con un poco de ruta incierta, un poco de un artículo precioso como concepto, algo de música... y fascinado por las posibilidades que apuntan las todavía ortopédicas nuevas tecnologías.

De todo eso, y algo más, nace esta sección: las "Sudden random teleportations".




33º56'15" S - 18º31'53" E



Me teletransporto a Ciudad del Cabo, en el sur de Sudáfrica.



Resulta que a las afueras de Cape Town (una ciudad que desde el aire parece exclusivamente periferia) hay un polígono industrial en el cual una empresa llamada West Cape fabrica, por lo visto, vidrios de seguridad.

Me doy una vuelta por el polígono. Vidas grises y pequeñas, pienso, a pesar del sol.

Un hombre recoge algo del suelo. Parece ser que lo mete en una bolsa de basura que tiene al lado y que incluso la furgoneta que hay aparcada muy cerca es donde sube después la bolsa. Quizá se pasa el día entero así, recogiendo latas y botellas, por un poco de dinero. O quizá sólo estaba limpiando.

Qué extraño resulta lo que nos parece intrascendente, cuando además está tan lejos, al mirarlo de repente tan de cerca. Y veo su trascendencia expresándose con códigos que no acabo de comprender. Ajenos del todo a mi presencia puntual. Me atraviesan indiferentes como a un fantasma.

Qué placer tan cálido teletransportarme de nuevo a casa. Fuera de mis esquemas hoy hace un frío soportable, pero incómodo y raro.

Qué poco importa lo que ignoramos.


domingo, 3 de febrero de 2013

Del silencio de las musas


intentando domesticar iluminación y orientación, en Formentera

Cuando las musas callan sus motivos tendrán.

Yo no pienso que sean ni buenas ni malas, no creo que tengan consideración por lo humano, aunque unas veces parezcan abrazar con pasión y desapego, y otras veces caprichosas, impulsivas, escurridizas o despiadadas. Más bien las encuentro algo "un tanto divino y, avanzando por un camino inconcebible, sigue su marcha feliz". Pero su volatibilidad tiene consecuencias.

Cuando falta la inspiración para un pequeño blog, realmente, el problema no es tan grande. Se resienten las estadísticas. Pero poco más.

Cuando alguien cuyo pan depende de su inspiración pregunta, pero las musas no responden, entonces el problema ya se va haciendo mayor. Siempre se puede optar por un trabajo corriente. Ofrecer su tiempo a cambio de dinero. Pero no es lo mismo. Comer a cambio de Crear es un intercambio profundamente injusto. Nunca podrá pagarse la grandeza del acto creativo, cuando es honesto. Pertenece a un orden de cosas distinto. Es al espíritu lo que las necesidades fisiológicas al cuerpo. E incluso aplaza éstas últimas durante periodos de tiempo insospechados.

Pero hay un grupo "a caballo", como suele decirse de los arquitectos, entre el arte y la ingeniería. Este colectivo, pese a tener una capacidad limitada, participa destacadamente en la fabricación de nuestras almas.

¿Qué sucede cuando les falta inspiración? ¿Quién paga esa carencia, a qué precio y quién perita que allí ha faltado inspiración? Porque sin ella los arquitectos pueden igualmente entregar las claves para llevar a cabo construcciones excelentes, desde el punto de vista técnico. Pero para encontrar la forma de producir el hechizo, sin el cual en mi opinión no hay arquitectura, no es suficiente invertir tiempo. Hay que hacerlo de manera que brote esa guía, orientación, intuición, inspiración... que desemboca en embrujo.

También hay quien no cree en estas cosas. Ni en la inspiración ni en el embrujo. Pero habría que preguntarle entonces qué es, en su opinión, el acto creativo. Y entraríamos en discusiones terminológicas, en el mejor de los casos.

Yo por mi parte no creo en la figura del "genio genial" que saca ideas maravillosas de una chistera. No conozco ningún ejemplo de Maestro que lo fuera. Acaso alguno se construyó un personaje y lo aparentaba. Pero si mi escepticismo alguien lo considera como prueba de que yo no soy un "genio genial", además de aceptarlo con gusto, le propongo tomar un café y seguir discutiendo sobre este mito.

Si existe o no, si se puede domesticar o no la inspiración, es una cuestión demasiado mayúscula para el poco tiempo del que disponemos. La necesidad se cierne sobre nosotros. Y apenas podemos aferrarnos a un puñado de certezas prácticas.

Las mías al respecto, hasta el momento, son éstas:

- El esfuerzo. Cuando llegue la inspiración que me encuentre trabajando.

- Canalizar ese trabajo mediante un método. Hay un problema evidente de exceso de información. Hay que filtrarla. Y con lo filtrado hay infinidad de posibilidades. Todo eso hay que gestionarlo, de una forma o de otra.

- Trabajar la sensibilidad. Aprender a calibrarla y adaptarla. Y darle lo que precisa para no marchitarse. Esto es una auténtica jungla. Cada uno que haga lo que pueda. Pero este factor no me resulta menos esencial que los demás.

- Predicar con el ejemplo. ¿No somos arquitectos? ¿Cómo tratamos el espacio donde trabajamos? Además de las condiciones en que habitamos nuestra casa las condiciones espaciales para invocar las musas más favorablemente serán unas pero no otras. Esas condiciones hay que definirlas en términos de tamaño, color, visuales, luz, textura, olor, sonido, tacto, recorridos, movimientos... y generar el clima que aunque no asegure resultados sí los facilite y los sostenga el máximo de tiempo posible.

Y si al final nada funciona, más que al silencio de las musas, la culpa yo se la echaría al ruído. El que nosotros mismos generamos. El que produjo la burbuja inmobiliaria al estallar. El que generan el exceso de arquitectos titulados y normativas de aplicación absurda... y finalmente uno acaba por llegar al tema de moda: la crisis.

Sea como sea, si no encontramos la manera de inspirarnos para embrujar los espacios físicos, ¿alguien sabe si la mediocridad y decadencia espacial que nos espera no serán multiplicadoras de la mediocridad y decadencia sociales?


sábado, 17 de noviembre de 2012

Propuesta sensorial 03

Escoger una película, lo más densa posible.

Escoger una persona (sólo una) para visionar la película juntos. No importa cama, sofá, butacas... pero lo óptimo sería estar bastante cerca, y no establecer contacto durante el visionado.

No hablar, no comentar, no mirarse más de lo imprescindible.

Escuchar la primera mitad de la película por los altavoces.

Escuchar la segunda mitad a través de dos pares de auriculares, uno por persona.

Comparar la sensación de compañía al saber que existe la posibilidad de hablar, de comentar, de escuchar la respiración del otro o el cómo se rasca (primera mitad). Y cómo no es tan inmediato al tener los auriculares puestos (segunda mitad). Cómo ese pequeño obstáculo nos aísla y refuerza o mantiene contenida nuestra individualidad (y nuestra soledad).

Para evidenciar las burbujas invisibles, pero presentes y permanentes, de la percepción y de la disposición ante el mundo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

De la ruina que nos envuelve y constituye


vida colonizando vida humana, a los pies del Snæfellsjökull

Hoy la vida se nos va de las manos. Como siempre. Pero a menudo conseguimos camuflarlo. Pintando los cadáveres de colores. Revistiéndolos con materia de aspecto impecable. Iluminando las zonas donde reinarían las tinieblas, de no ser por nosotros.

Cuando no hemos colocado todavía la primera piedra
ésta lleva ya mucho tiempo desintegrándose.

Antes de nacer ya hemos empezado a morir. Y aún así parece que tiene sentido vivir una vida humana. Antes de que la vida de verdad, la de la entropía universal, se nos lleve por delante.

Proyectamos y llevamos a cabo ficciones habitables. Si las ejecutamos bastante bien incluso son capaces de sugerir que la vida es maravillosa. O menos horrorosa de lo que parecería, sin esas ficciones.

La arquitectura definida en clave negativa, como actividad humana que nos permite retrasar las consideraciones más graves. O suavizarlas. O reconducirlas. Utilizando el espacio y nuestra manera de percibirlo como medio para este fin.

Parece un milagro que nuestros cuerpos no fallen antes de lo que suelen hacerlo. Pero la estadística, la esperanza de vida, están de nuestra parte.

Como lo sabemos accedemos a la trampa inevitable de construir con materiales que duran más de lo que nosotros duraremos, normalmente.

Sigamos construyendo ruinas a las que llamaremos arquitectura. Llamémoslas vida y materia y color. Es bello. Y necesario. Aunque sigan siendo ruinas. Es tan sólo cuestión de tiempo que claudiquemos. Que claudiquen nuestras creaciones, más allá de nosotros. Pero hagamos como si nada.

Somos ruina que construye ruinas con materiales en ruinas.

Y sin embargo la ficción se sostiene lo justo,
en los mejores casos,
como para permitirnos el llamarla arquitectura.

Juegos propios del parque humano.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Del cementerio interior


los muertos dan la bienvenida a los mortales en Súðavík

Podríamos ser pesimistas y definirnos como andantes cementerios de células, ideas y sentimientos. No sería falso, pero sería incompleto. Y puestos a mirar la realidad de forma sesgada es mucho más productivo (y probablemente inteligente) ser optimista y pensar que la vida siempre apuesta por la vida.

No creo que haya muchas discusiones, en Súðavík, acerca de la ubicación del cementerio. Ni sobre el hecho de que la madera de las cruces y la valla, que al tiempo es la del pueblo, sea la misma. Así es y así está bien.

Paseando por Roma un buen amigo me dijo "Mira, el verano".
Y yo "¿Cómo? ¿Dónde el verano?". No entendí..
"Sí. El cementerio. Se llama El Verano".
Me pareció un nombre inmediatamente genial.

En el cementerio de Arlington un pequeño autobús descapotable te lleva directamente a los "highlights" (incluído el numerito del cambio de guardia) sin perder tiempo. Esto es importante y razonable porque allí se entierran veteranos de guerra estadounidenses. Y eso es mucha superfície, por mucho que los junten. Relación espectacular, épica, puntual con la muerte.

Pero no intento compendiar curiosidades y características de cementerios del mundo. Hoy me interesa lo que éstas nos indican sobre la manera en que encaramos la muerte.

Además de acumular allí a los muertos y disponerlos de forma más o menos ordenada para poderlos visitar los cementerios son un elemento más para confeccionar el sentido que nos damos como sociedad. Se podrá leer claramente con perspectiva, dentro de un par de siglos, estudiando los cementerios nuevos construidos alrededor del siglo XX.

No sé si hay algún caso de cementerio reciente que se haya creado, partiendo de cero, en el solar vacío de alguna ciudad consolidada. Ya no parece que tenga ningún sentido. Pero no estaría bien confundir lo importante con lo inevitable. Ahora parece más razonable construir un cementerio magnífico a las afueras de la ciudad, aunque lo acaben okupando a la espera de ser puesto en funcionamiento.

No digo que me parezca bien ni mal la ubicación interior o exterior, respecto a la ciudad, de los cementerios. Depende mucho de cada caso e igualmente sería absurdo pronunciar un veredicto. Pero digo que la tendencia a construir los de nueva planta a las afueras es muy coherente con que las dos residencias de ancianos cuyas entrañas he podido visitar con detalle (una en Reykjavík y otra en Ibiza, casualidad occidental) tengan una sala con cámaras frigoríficas para guardar ancianitos recién muertos, justo al lado de una puerta trasera por donde salen sus cadáveres, la misma puerta por la que entra el fiambre que desayunan por la mañana. Todo muy limpio, muy discreto, muy eficiente.

Pero es demasiado diferente a "La ciudad de los muertos" de El Cairo como para no plantearnos el reconsiderar nuestra manera de enfrentar la muerte. No vaya a ser que lo estuviéramos haciendo de espaldas. Autoconvenciéndonos inútilmente. Enseñándoselo a los niños. Creyéndonos, pese a las evidencias, que la vida sólo trata de la vida.


martes, 16 de octubre de 2012

De la honestidad constructiva



como si los muros de bloque al desnudo estuvieran tan mal


La honestidad constructiva es importante, entre otras cosas, porque su relación con la honestidad personal suele ser directamente proporcional. Se promueven a sí mismas y entre ellas.

Como civilización estas cuestiones nos definen permanentemente. Habitantes del siglo XXII descubrirán las ruinas de Las Vegas y sólo encontrarán cartón piedra. Tendrán la tentación, la pereza y la desfachatez de pensar que todos fuimos iguales.

Fue constructivamente honesto, por ejemplo en Ibiza, levantar muros de piedra seca para delimitar propiedades o formar bancales. Que crecieran plantas entre las juntas reforzándolas. Que resistieran el paso del tiempo. Y que se extendieran por las laderas de las montañas porque se necesitaban los bancales para cultivarlos y vivir de ellos.

También fue honesto que cuando aparecieron los bloques prefabricados (bendito progreso) se pasara a construir los muros con éstos. Incluso en formas de pintarlos o revestirlos hay lugar para la honestidad. O que a pesar de disponer de bloques hubiera quien se lo pudiera permitir e insistiera en los muros de piedra seca. En cualquier caso había una coherencia entre sistema constructivo, elemento a construir y función del mismo.

Pero más adelante el progreso dio lugar también a una fechoría cada vez más extendida, muy aceptada por ejemplo de nuevo (camino de convertirse en tradicional) en las Islas Baleares y característica de cuando sobra el dinero y no se sabe dónde gastarlo: consiste en construir muros de bloque u hormigón armado para después forrarlos de piedra imitando los muros de piedra seca, sin sonrojarse lo más mínimo. Capas finas de piedra, no portante. Una opción decadente en el limbo entre el presente y el pasado. Como cámaras digitales compactas que reproducen el sonido de una réflex. Confusión y despropósito. Niños que imitarán el sonido de las cámaras digitales sin saber su origen.

Ser arquitecto, además de cuestionarlos, también es entender los signos de tu tiempo, aceptarlos razonablemente y aprender a utilizarlos y expresarte con ellos.

¿Y qué diferencia hay entre revestir un muro con una capa de pintura o hacerlo con una capa de piedra? ¿Qué linea diferencia las intervenciones honestas de las que no lo son? Es un tema delicado. Descifrar las reglas de ese difícil equilibrio es también ser arquitecto. En este punto es donde necesitamos de la honestidad.

En mi opinión depende de la intención y de cuánto sabemos transmitirla en la solución acabada.

Si no nos complace la desnudez de un muro de bloque podemos y debemos tratarlo. Modificándolo por completo o simplemente ayudándole a encontrarse con lo mejor de sí mismo. Pero si no lo hacemos con honestidad estamos dejando paso libre a la decadencia.

Cuidado también con tratar elementos por adelantado cuando quizá en un periodo de tiempo razonable ellos solos pueden hacerlo mejor. Argumentos de peso tenemos que ofrecer para haberles impedido ser ellos mismos.

Los dioses, los materiales y los buenos creadores saben perfectamente cuando estamos siendo honestos y cuando no. Pero los primeros no existen. Y los segundos no utlizan nuestro lenguaje.


domingo, 7 de octubre de 2012

Lección inesperada 06: Ableton Live




Ableton viene a ser al sonido lo que Photoshop a la imagen. Como mínimo.

Además de permitirnos comer comida precocinada (insertar sonidos, loops o efectos ya preparados) o hacerla uno mismo (cocinarla con pianos, trompetas, sintetizadores...) también tenemos la opción, más costosa y menos fiable al inicio, de plantar nuestra propia comida o incluso más allá: diseñar nuestros propios alimentos.

La "arquitectonicidad" de la creación musical a través de un software prodigioso.

Las posibilidades son casi infinitas. Por lo que me voy a centrar tan sólo en un ejemplo que parte de un concepto relativamente concreto: hacer sonar una cuerda.

A esto ellos le llaman Tension, que definen algo así como un "sintetizador de modelado físico de cuerda". Es un instrumento virtual que de partida sólo presupone una cuerda teórica.
A continuación tenemos que decidir si la queremos excitar con "pelo estirado", con una púa, con un "macillo blando golpeando la cuerda desde abajo" o con un "macillo soltado desde arriba sobre la cuerda". Es decir que nos estamos encaminando más hacia un violín, una guitarra, un piano...
Y en función del excitador que elijamos tenemos una tanda u otra de decisiones a tomar. En el caso del "pelo estirado", por ejemplo, se pueden definir la fuerza, el grado de fricción, la velocidad o la posición en la cual hacemos sonar la cuerda (porcentaje de 0 a 100 entre el inicio y el final de la misma). Si activamos el menú "Damper" podemos perfilar qué tipo de apagador está siendo utilizado: su masa, su ridigez (baja para simular un apagador tipo fieltro o alta para simular uno tipo metal)... Si activamos el menú "Body" estamos indicando qué tipo de caja de resonancia queremos usar: una genérica, la de un piano, la de una guitarra o la de una violín. Y su tamaño (XS, S, M, L, XL). Con lo que escogiendo un violín tamaño XL se entiende que estamos simulando algo parecido a un contrabajo... y todas las opciones descritas hasta ahora apenas representan un 20% de las posibilidades que ofrece Tension, que representa mucho menos del 1% de las opciones de este software genial.

En resumen podemos ejercer de luthiers electrónicos hasta conseguir un sonido al que luego aplicar efectos físicos de la vida real (la reverberación de una pequeña sala de ensayo forrada de espuma o la de una gran sala de conciertos recubierta de madera) o modificar siguiendo modelos exclusivamente teóricos que nosotros mismos podemos describir.

Podemos usar todo este potencial para generar música pretendidamente docta, para todo lo contrario o para cualquiera de los posicionamientos intermedios.

Que el software y su potencial nos definen enormemente, a nosotros y a nuestras creaciones.

Que trabajar con buen software y dominarlo supone un placer tremendo.

Que la potencia sin control no sirve de nada.

Que el proceso que construye la magia que genera el embrujo se compone, finalmente, de subprocesos desmontables. Sean estos descifrables o no para los humanos. Y emociona comprobar cómo un programa informático está suficientemente bien hecho como para cifrar información potencialmente emocionante.

Que crear es codificar para regocijo de los sentidos.

Si tenéis curiosidad por escuchar la aproximación de la que surge este post aquí la tenéis en cinco fases:
1- Cuerda frotada que simularía una especie de volín sonando contínuamente en Fa.
2- Tras aplicar un Arpeggiator a fusas.
3- Tras añadir un modificador llamado Random.
4- Tras añadir un modificador llamado Flanger.
5- Todo lo anterior insertado en en el espacio sonoro que lo habrá de soportar, cuando salga del horno.

lunes, 1 de octubre de 2012

De la práctica, la ejecución y la alegría






"... me lavo la cara, primero con una mano, luego con la otra... después con las dos juntas... y eso me produce una grandísima alegría."

Lo dice Cortázar en El discurso del oso.

Y aunque sea un poco más metafísico y cronométrico que lavarse la cara, de la misma forma, primero con una mano, luego con la otra... después con las dos juntas... estoy aprendiendo a tocar "Comptine d'eté n° 3".

Bendita "práctica", en todas sus acepciones, que no son pocas.

Para alguien que como yo ni es músico ni sabe mucho de música
las manos por separado son fáciles de memorizar.
Relativamente fáciles de ejecutar.

Luego llega la complicación de juntar las dos. (Y notar cómo el cerebro primero se divide para entretejerse a continuación. Unido de nuevo, con un orden distinto.)
Después la de tocarlo sin mirar. (Lo cual sólo sorprende al que no lo intenta. Pero en la práctica es un estado natural de la evolución de la técnica. Uno simplemente nota cómo el cuerpo aspira a no necesitar los ojos. A guiarse auditiva y muscularmente.)
Después la complicación de ir reduciendo los errores que se cometen.
Después la de alcanzar la velocidad que se requiere, para que la canción fluya como está preparada para fluir.
Más adelante, imagino, la de pulir detalles de fuerza, tempo...

Quizá lo más remarcable de poner algo bello en práctica, de ejecutarlo, al margen de lo que producimos (y que basta en sí mismo para intentar contrastar experimentalmente la teoría), sea la grandísima alegría que nos produce ello a nosotros.

Y un amago de certeza: que sin llevarlo realmente a cabo uno no puede tener ni idea de qué se trata. Quiero decir que hasta que uno no es capaz de ejecutar "Comptine d'eté n°3" no pienso que pueda entenderla. Aunque podrá sentirla, a su manera. Y disfrutarla todo lo que quiera. Pero no podrá entender lo que sienten los que la ejecutan, que yo estoy convencido de que se parece entre todos ellos.

Concretamente a mí, aunque todavía la toco muy mal y muy lento, me ha dado para intuir cómo se van desvelando un ritmo en los dedos, otro en las muñecas, otro en los brazos, otro en los pies, otro en la cabeza... y finalmente uno más amplio en todo el cuerpo. Y unos son múltiplos y/o divisores de los demás. En un sentido corporal, más allá de la teoría musical o las matemáticas. Los movimientos se contienen muscularmente unos a otros. Y entonces el cuerpo vibra y se estremece y desemboca unas veces en lágrimas, otras en sonrisas. Casi nunca lo suficiente como para interrumpir la interpretación. Pero siempre al límite.

Esa es la grandísima alegría de la práctica de la ejecución. Tan distinta a la de la contemplación intuitiva del que sólo es oyente. Del que habla de arquitecturas que no ha visitado ni mucho menos construido.