sábado, 22 de octubre de 2011

Del tiempo cosificado en la arquitectura



fachada que fue roja, en Hverfisgata, Reykjavík


Algunas cosas tienen alma.

Existe, en su proceso de desgaste, una franja de impunidad en que un aura fascinante las recubre. Y las protege de toda crítica. Incluídas aquellas que esgrimen carencias funcionales.

¿De qué se compone ese embrujo?

Porque antes quizá no llamaron mi atención. Y justo después ya estarán "demasiado" gastadas.

Pero en esa banda inconcreta de tiempo consiguen que fantasee con mil vidas posibles tras su piel. 
Las imagino mucho más plenas y más profundas de lo que probablemente sean. O puede que hayan llegado a serlo.

Porque eso es la arquitectura: conseguir universos contenidos, dominar su producción
Y puede que también lo sea el contemplar, tras su esplendor, su decadencia. 

En algún punto intermedio se ha generado el embrujo. Que quizá, por otro lado, sea posible rehabilitar o producir intencionadamente de cero.

Pero me cuesta creer en la arquitectura que no refleja - o que pretende no reflejar - el paso del tiempo.