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fachada que fue roja, en Hverfisgata, Reykjavík |
Existe, en su proceso de desgaste, una franja de impunidad en que un aura fascinante las recubre. Y las protege de toda crítica. Incluídas aquellas que esgrimen carencias funcionales.
¿De qué se compone ese embrujo?
Porque antes quizá no llamaron mi atención. Y justo después ya estarán "demasiado" gastadas.
Pero en esa banda inconcreta de tiempo consiguen que fantasee con mil vidas posibles tras su piel.
Las imagino mucho más plenas y más profundas de lo que probablemente sean. O puede que hayan llegado a serlo.
Porque eso es la arquitectura: conseguir universos contenidos, dominar su producción.
Y puede que también lo sea el contemplar, tras su esplendor, su decadencia.
En algún punto intermedio se ha generado el embrujo. Que quizá, por otro lado, sea posible rehabilitar o producir intencionadamente de cero.
Pero me cuesta creer en la arquitectura que no refleja - o que pretende no reflejar - el paso del tiempo.
Qué bien escribes, cabronazo!
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