miércoles, 26 de febrero de 2014

Propuesta sensorial 04

En los espacios con ventanas e iluminación natural suficiente, donde no hace falta luz artificial en las horas de luz solar, hay una franja del día realmente mágica.

Está compuesta del tiempo que cabe entre el momento en que te das cuenta de que hay que encender las luces, y el momento en el que sin ellas sería imposible ver.

Todo lo de enmedio supone una transición predecible, pero enormemente emocionante, entre la luz y la oscuridad. Entre el día y la noche. Un crepúsculo doméstico.

Solemos destrozarlo encendiendo la luz a la mínima molestia. Porque solemos andar ocupados con cosas tan importantes que no podemos atender a estas minucias insignificantes.

Pero el día en que atendemos, cuando los objetos y la propia estancia se observan transformados bajo una luz que resulta extraña, la idea de que algo que sucede cada día nos resulte tan extraño, por sí misma, recupera esas minucias insignificantes del baúl de lo cotidiano, las desempolva, y les concede categoría de cosa importante.

Hasta que uno se da cuenta, de repente, de que no ve tres en un burro. Devuelve las minucias a su sitio. Enciende la luz. Y vuelve a centrarse en las cosas que importan.



Localizar esa franja. Llegar a casa con tiempo. Prepararse un té. Y disfrutarla.