domingo, 29 de septiembre de 2013

Manojo 01: Acercarse a la arquitectura

(Esta entrada forma parte de la nueva sección "Los manojos")

Recientemente dos buenos amigos, por separado,
me han hecho dos preguntas nada fáciles de responder:

Primera: ¿Cómo se sabe si la arquitectura es buena o mala?
Segunda: ¿Por qué te gusta la arquitectura de Barragán?

La primera pregunta no seré yo quien la responda de un modo indiscutible, satisfactorio e inequívoco si nadie que me haya precedido en la historia de la humanidad ha logrado hacerlo.
La segunda intentaré responderla más adelante, pero de momento la dejo en el aire también. Creo que antes de intentar concretar esas respuestas es pertinente preguntarse si la misma arquitectura ha sido ya concretada. Y me temo que no lo ha sido. Ni puede serlo.

Si tuviéramos una sola definición de "arquitectura" que fuera siempre cierta y estable todo sería más fácil. Pero no la tenemos ni la tendremos. Y como sucede con palabras de gravedad comparable (arte, amor, verdad...) se recomienda relacionarse con ella como si se tratara un agujero negro:

- Si estamos demasiado lejos la observación será difícil, dependerá de artefactos muy complejos, y en cualquier caso la imagen del significado que nos llega corresponde a un tiempo que ya no es el nuestro.
- Si por el contrario nos acercamos demasiado corremos el riesgo de ser absorbidos por la cuestión hasta colapsar por exceso de significante.

Lo ideal sería acercarse todo lo que nos permitan nuestras capacidades, pero sabiendo deternerse a tiempo, sin caer en el horizonte de sucesos. Es justo en la última franja segura de ese límite donde flotan las obras maestras de la arquitectura. Y los maestros mismos, junto a sus teorías y sus manías.

Sea lo que sea la arquitectura, haya lo que haya en el misterioso y oscuro centro, lo máximo que podemos conseguir es acercanos a ella, pero no podemos observarla directamente, y mucho menos alcanzar a tocar su esencia. Sólo podemos utilizar ideales para dibujar un horizonte catalizador e intentar dirigirnos hacia él con nuestras creaciones y nuestros análisis.
Y el tiempo, y los humanos que vendrán detrás, ya juzgarán.
Capaces de logros diferentes. Limitados por los mismos motivos.

Evidentemente de partida no hay reglas para esta maniobra de acercamiento. Esto es una jungla y cada cual que haga lo que pueda. Pero sabemos que efectivamente nos estamos acercando, por uno u otro lado, cuando encontramos afinidades. Cuando ciertas combinaciones de materia, dispuestas de un cierto modo, nos hacen sentir y asentir y ponernos de acuerdo en que aquello puede llamarse arquitectura. Esto implica que haya muchos acercamientos posibles, desde muchos puntos distintos.

Propongo un acercamiento a partir de tres ideas interrelacionadas que desarrollaré en próximas entradas del blog. Serán estas:


De ponerse exactamente ahí

Del contraste entre interior y exterior

De lo privado hacia lo público


De algún modo estos tres textos juntos definirán el esqueleto de un método para leer, entender, estudiar, imaginar, esbozar o redactar arquitecturas. No es algo prefabricado, más bien se trata de un proceso desarrollado artesanalmente: las conclusiones que circunscribe este manojo de entradas son las conclusiones a las que he llegado hasta el día de hoy, de una forma más intuitiva que racional, experimental, necesariamente subjetiva. Simplemente un día me dí cuenta de que llevaba mucho tiempo procediendo más o menos de este modo, cada vez con más convicción. Revisando el propio método para conseguir mejorar, a mi entender, sus resultados. Y esto quiere decir que cada vez ha de ser más capaz de comprender y filtrar el pasado, de actuar en el presente y de aportar algo a lo que está por venir. De lo contrario el sistema no sería válido.

Exponer a los demás un método personal de acercamiento a una cuestión tan delicada tiene riesgos. Os invito a criticarlo, constructiva o destructivamente. Y por supuesto a contrastarlo y compararlo con el vuestro, pues ya sea de forma consciente o incosciente todos los que revoloteamos alrededor de la arquitectura tenemos una forma más o menos intuitiva, más o menos racional y sistemática, de relacionarnos con ella. Y a modo de respuesta a las dos preguntas de mis dos amigos: los que no están tan acostumbrados a tratar con las cuestiones del espacio físico de forma intencionada también se relacionan con él, inevitablemente y a la fuerza, pues está por todas partes.

Espero que exponer mi forma de aproximarme a la cuestión y los criterios que utilizo resuelva parcialmente sus dudas. Y si puede serles de utilidad para incorporarlo a la manera que ya tengan de aprehender el entorno físico, y por tanto acercarse a la arquitectura, pues aún mejor.

Alguien podrá pensar que abstenerse es la opción más segura, pretender no aplicar ningún método. Pero como antes he dicho: esto es una jungla. Vamos siendo mayores. Y quedarse quieto, no disponer de un sistema, también tiene un precio.

Lo más probable es que nadie tenga razón, que la mezcla de lo mejor de todos los métodos fuera el cóctel perfecto. Pero el tiempo y las energías de los que disponemos son limitados.

En próximas entradas del blog mi propuesta para acercarse a la arquitectura.

Que paséis buen domingo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Los manojos

Son conjuntos de tres o más entradas
que se agrupan para colaborar en una idea o mensaje común.

El primero (y único de momento) se llama "Manojo 01: Acercarse a la arquitectura"
y se compondrá de tres entradas:
  • De ponerse exactamente ahí
  • Del contraste entre interior y exterior
  • De lo privado a lo público 
La intención es que estos textos puedan leerse por separado, que sean independientes. Pero que al mismo tiempo hagan referencia a una idea o mensaje más amplio. Ya sean esta idea o mensaje previos a la redacción de las entradas o descubiertos con posterioridad, a medida que este blog va creciendo.

Si funciona o no esta forma de ir agrupando los escritos ya lo veremos.

De momento comienzan a andar "Los manojos".

Un saludo.


lunes, 23 de septiembre de 2013

De los momentos de una luz irrepetible


la escalera de la casa de mis abuelos

Tras el último peldaño, siempre que he llamado al timbre, ha esperado allí con los brazos abiertos el ángel que es mi abuela. Todavía sigue haciéndolo. Y que dure..

En esa casa murió mi abuelo. Por esa escalera le bajaron de la única forma que él aceptaba de buen gusto a esas alturas: con los pies por delante.

Una mañana de repente me llamó mi madre. Corre, al abuelo le ha pasado algo. De tan rápido que llegué no recuerdo subir la calle, ni la escalera. Entré en la casa como si la brisa que iba dejando a mi paso pudiera traer consigo algo de posibilidad de vida que compensara lo que ya sabíamos, lo inevitable. Un policía en el pasillo me advirtió: está en el baño. Y efectivamente, el cuerpo en el suelo, boca abajo, los ojos cerrados. La boca entreabierta y su cara contra el suelo frío. Pero hacía tan poco tiempo que aún desprendía calor. Caricias. Abrazo.

Toda la atención que no presté a la escalera ese día, toda la que no he prestado en casi treinta años, se concentró en un solo día, meses después, cuando subiéndola un rayo de sol, muy sesgado, me hizo detenerme. Había tanta información contenida en esa escena...

Por un lado lo inmaterial: sensaciones imprecisas de vida, sexo y muerte, certeza de finitud pero de presente también, la infancia, los días corrientes allí vividos, el recuerdo del último abrazo en el suelo del baño, la idea de mi abuelo mismo en forma de rayo... emoción por el milagro de la luz, por las inagotables cualidades de la materia...

Y por otro lado lo material: la luz escorada revelaba lo mejor de la textura de la pared, la proporción de los peldaños y su proyección en el inmediatamente inferior, las motas de polvo danzando, las telas de araña invisibles hasta entonces... el rítmico reflejo del sol en cada escalón recordándome la sensación de amaneceres y atardeceres en la retina...

Nadie puede explicar por qué, ni mucho menos cómo, todas esas cosas pueden acudir juntas a la mente en una fracción de tiempo tan corta. Pero tengo clarísimo que ese rayo de luz, en esas condiciones, catalizó el proceso. Y que fue terriblemente real. Literalmente psiconáutico: la sensación de que allí se encontraría la esencia de las cosas, en ese tumulto de datos, si es que residiera en algún lugar.

Por lo general solemos darle poco valor a estas experiencias, categoría de anécdotas. Muchas veces ni estamos seguros de haberlas vivido. Se internan en el territorio de lo místico y religioso. Y eso algunos, racionalmente, no lo toleran. Pero si uno atiende cuando suceden, aunque efímeras e inasibles, cobran un sentido brutalmente punzante.

Por eso existen prodigiosos intentos de domesticar e idealizar este tipo de experiencias, pero me temo que son mucho más escurridizas que todo eso...

Si bien es relativamente fácil y fiable invocarlas íntegramente en el espacio interior de la mente mediante la psiconáutica, pedirle una colaboración activa al espacio exterior a la mente, al físico y tangible que proyectamos y construimos nosotros mismos, es bastante menos certero. No parece que la arquitectura sea capaz de proporcionar, de forma sistemática, momentos de significación o trascendencia de esa intensidad. Como mucho, la buena arquitectura, sea capaz de aumentar la probabilidad de que sucedan. Y hay que cuidarse de los que buscan generar o fotografiar el rayo de luz como algo exclusivamente plástico.

Pero ésa es la enésima función incalculable, no imprescindible y sin embargo importante de la arquitectura: servir de sustento físico que aumente la probabilidad de que se produzcan esos momentos de una luz irrepetible. Sólo los justos. Ni más ni menos.
La perfección de la dosis exacta.