sábado, 26 de noviembre de 2011

Del exceso en la normativa


cúmulo de irregularidades:
campesino ibicenco potencialmente denunciable


Que toquen el techo.


Hacer las barandillas de los balcones más altas. Más aún. Que los balcones se conviertan en jaulas. Juntar sus barrotes. Cada vez más, hasta tocarse. Que las jaulas se conviertan en búnkeres. Filtrar la poca luz que llegue a través de las grietas. Y filtrar el aire también: que de tan puro sea irrespirable. Reducir la resbaladicidad de los suelos hasta alcanzar valores negativos: que al querer avanzar retrocedamos. Prohibir los toboganes. Las pistas de patinaje. Y los niños sueltos. Que una lágrima, si toca el suelo, se desintegre. Llenar de pegatinas los cristales para evitar chocar contra ellos. (Publicidad en las pegatinas). Y que haya tantas, por dentro y por fuera, que las ondas sonoras no lo atraviesen. Un metro de espesor. Que sólo tenga sentido quedarse sentado en el suelo, fuera o dentro, parametrizando todo lo técnico, obligando a su cumplimiento, y fracasando al intentarlo con cosas como la belleza, el temor o el temblor. Olvidar que la muerte forma parte de la vida. Inhabilitar el sentido común. Sensibilidad artificiosa. Inteligencia artificial. Y que la inercia huracanada y descerebrada que nos impulsa continúe justificándolo todo. En nombre de una Santísima Seguridad que no permita que se filtre en nuestras vidas ni una gota de sorpresa.


Adelante. Toquemos el fondo.


lunes, 21 de noviembre de 2011

De lo descartado


edificio que descarté, por feo, y que un día de sol me encandiló

Me dijeron que Antonio Gala dijo que todos los seres humanos podían clasificarse según si eran o no creadores.

Sea verdad o no, yo estoy de acuerdo.

Y a la vez podemos aplicar esta distinción a las creaciones en sí mismas según si son capaces, o no, de crear una ficción a su alrededor lo bastante potente como para embrujar a los demás.

Porque el valor para el creador es innegable: como mínimo habrá supuesto una repetición, o puede que una evolución técnica o conceptual, o una tremenda masturbación.

Pero el efecto en los demás, aunque a veces haya de ser sutil, es de gran importancia en creaciones que se lanzan al mundo de lo común, de lo social, del día a día... y que además cuestan mucho dinero, como sucede en las construcciones que aspiran a llamarse arquitectura.

Y ese efecto, para ser positivo, no necesita de la belleza, la firmeza y la utilidad bien compensadas.
Quizá le baste sólo con una, con partes de las otras.

Al final, lo que más cuenta para mí, es si aquel rincón del mundo me propulsa o me retiene. Si consigue que mi alma se deslice o si la frena.

Y en esto no hay reglas escritas. Aunque hay técnicas, y consejos, y maestros, y buenos ejemplos. Y existen el talento y el acierto.

Pero ni una sola regla está escrita. No puede estarlo.

Sólo existen los fenómenos que percibimos ficticios.
Y sus repercusiones.
Aunque iluminen, en ocasiones, pedazos de realidad.

Y cuánta luz
en lo que a menudo hemos descartado.

jueves, 10 de noviembre de 2011

De la sostenibilidad en la Naturaleza



Dettifoss, centro-norte de Islandia


El Sistema que hay por encima del sistema humano es tan potente, tan brutal y coherente, que él le llama "sostenibilidad", por ejemplo, a que dentro de 5.000 millones de años el Sol explote y una ola de fuego se trague la Tierra. Todos esos átomos y almitas serán polvo disponible para crear más de lo que llamamos "materia inanimada" (como si la materia que nos compone a nosotros tuviera algo distinto, algo "animado". Bonita ilusión). 

Sin embargo, o todo está animado, o todo está inanimado. Pero me parece necesario un posicionamiento radical en este punto para poder comenzar una discusión productiva.

La idea puede parecernos bien o mal, pero las leyes últimas tienen poco aprecio a lo humano. Simplemente, les produce indiferencia.

De modo que no esgrimamos nunca más la sostenibilidad del planeta en nombre de la Naturaleza. Porque ella, que es blanca o negra mucho antes que verde, probablemente contemple nuestra extinción de la misma forma que nosotros no dejamos de usar el coche tras la evidencia repetida de que cientos de insectos se estampan cada día contra él.

Considerar la existencia humana como un golpe de suerte. Aprovechable. 
Y la supervivencia humana a lo largo de los siglos como una pirueta. 
Como un juego creado por y para humanos. Pero un juego importante: nos va la vida en ello.
Si el arquitecto lo interioriza, proyectar incluyendo "lo sostenible" no es ningún esfuerzo extraordinario. Sólo un factor más. 
Y estará de paso contentando a la parte constructiva de nuestro Zeitgeist, lo cual (casi) siempre me parece positivo.

Construir nuestros palacios y cabañas lo mejor que podamos, en todos los aspectos. Incluido, si queremos, el de "lo sostenible". Aunque eso a la Arquitectura no le importe.

Pero no esgrimamos nunca más la sostenibilidad del planeta en alineación con la Naturaleza. Porque es algo exclusivamente humano.

Hagamos algo bello y sublime para nosotros mismos
ya que estamos aquí,
como sobrevivir óptima y eficientemente

Evitemos la mediocridad.

Pero a la Naturaleza sólo le importan 
sus reglas y la energía.
Con ellas lo teje Todo. 
Y tejiéndolo Todo se conforma y se conforma.

A ella le da lo mismo lo que hagamos con el planeta.