viernes, 24 de mayo de 2013

Lección inesperada 07: "King's Crossing" de Elliott Smith


Hay una pequeña frase en "King's Crossing", casi inaudible, que un coro responde a Elliott Smith, cuando éste pregunta por "una buena razón para no hacerlo".

Prepararlo todo, disponer cada cosa en su sitio: un bajo de hormigón armado, sobre él arcos corales, arriostrados con una voz y una letra que hablan de la esperanza y de lo contrario, de la autodestrucción y de lo contrario. Y erigir un castillo pirotécnico de percusiones alrededor de esa frase.

Después la canción continúa. Y acaba. Pero ese momento, aunque no es central (o sí?), está perfectamente abrigado. Sólo podría ser como es para emocionarme como lo hace.

Disponer los ingredientes de la arquitectura, las herramientas de las que disponemos, para que la cosa más blanda y ligera del mundo (un "we love you"*) se convierta en un proyectil de plomo con el que un francotirador acierta en pleno bulbo raquídeo.

Bajando ahora del castillo: utilizar esta estrategia con mesura, delicadamente,
en el proyecto arquitectónico: darle a (casi) cada parte del espacio lo que precise, encontrar las combinaciones predecibles o impredecibles de factores, dentro del océano de posibilidades y datos, para que algunas de las cosas más normales se conviertan en especiales, y catalicen lo mejor de la vida. 

¿Se puede calcular en arquitectura con tanta precisión? Yo no lo sé... creo que no. La misma idea de cálculo me despista. Algunos consiguen resultados creíbles, y son capaces de repetir la hazaña. Pero pienso que se debe a una mezcla de talento y suerte. E intuición, en los mejores casos. Todavía no existe la ingeniería emocional.

Y sin embargo, cuando algo funciona y conmueve, lo hace gracias a una serie de factores concretos. Flexibles quizá. Pero concretos.

Bonita trampa... saber que no es posible proyectar sin ese principio de incertidumbre.

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