lunes, 12 de noviembre de 2012

De la ruina que nos envuelve y constituye


vida colonizando vida humana, a los pies del Snæfellsjökull

Hoy la vida se nos va de las manos. Como siempre. Pero a menudo conseguimos camuflarlo. Pintando los cadáveres de colores. Revistiéndolos con materia de aspecto impecable. Iluminando las zonas donde reinarían las tinieblas, de no ser por nosotros.

Cuando no hemos colocado todavía la primera piedra
ésta lleva ya mucho tiempo desintegrándose.

Antes de nacer ya hemos empezado a morir. Y aún así parece que tiene sentido vivir una vida humana. Antes de que la vida de verdad, la de la entropía universal, se nos lleve por delante.

Proyectamos y llevamos a cabo ficciones habitables. Si las ejecutamos bastante bien incluso son capaces de sugerir que la vida es maravillosa. O menos horrorosa de lo que parecería, sin esas ficciones.

La arquitectura definida en clave negativa, como actividad humana que nos permite retrasar las consideraciones más graves. O suavizarlas. O reconducirlas. Utilizando el espacio y nuestra manera de percibirlo como medio para este fin.

Parece un milagro que nuestros cuerpos no fallen antes de lo que suelen hacerlo. Pero la estadística, la esperanza de vida, están de nuestra parte.

Como lo sabemos accedemos a la trampa inevitable de construir con materiales que duran más de lo que nosotros duraremos, normalmente.

Sigamos construyendo ruinas a las que llamaremos arquitectura. Llamémoslas vida y materia y color. Es bello. Y necesario. Aunque sigan siendo ruinas. Es tan sólo cuestión de tiempo que claudiquemos. Que claudiquen nuestras creaciones, más allá de nosotros. Pero hagamos como si nada.

Somos ruina que construye ruinas con materiales en ruinas.

Y sin embargo la ficción se sostiene lo justo,
en los mejores casos,
como para permitirnos el llamarla arquitectura.

Juegos propios del parque humano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario