sábado, 4 de mayo de 2013

Estudio de fragmentos 02: centro de conciertos y conferencias Harpa

Premio de arquitectura Mies van der Rohe 2013.

Una cosa es citar a los muertos (en lo cual puede caber la injusticia).
Pero otra muy diferente, y directamente injusta, es dar premios en nombre suyo.

Han pasado más de cuarenta años desde que Mies desapareció. Y no hay manera de saber si él estaría de acuerdo con la ejemplaridad de las obras que está dispuesto a galardonar el premio que lleva su nombre, o si por el contrario él pensaría que el discurso de dicho premio es ambiguo, o que Europa está perdida.

Este conjunto de duras opiniones, que personalmente suscribo, son para mí la primera crítica necesaria sobre el edifico Harpa. Si pudiera aportar algo lo haría, pero consciente de mis limitaciones os recomiendo, simplemente, que leáis con atención los tres artículos referenciados en el párrafo anterior.

Yo a lo mío, que es ser proyecto de arquitecto. Y sobre todo ciudadano con casi treinta años de experiencia en ello. Más concretamente, desde hace dos años y medio, ciudadano de Reykjavík.

Cuando llegué a Islandia Harpa se encontraba en la fase final de construcción. Intenté suspender mi juicio, aunque no lo conseguí del todo porque su situación privilegiada (en pleno centro y a la orilla del mar), el uso programado (conciertos y conferencias) y la fachada que a medias ya permitía imaginar su alto coste levantaron en mí las suspicacias a las que la experiencia me tiene acostumbrado. Pero esperé para ver qué forma tomaba su justificación.

Esa forma está ya definida. Puede y debe empezar, por tanto, la opinión al respecto. Yo he tardado todo este tiempo en pronunciarme. La concesión del premio me ha recordado que ha sido necesario, pero también suficiente, este lapso para emitir una crítica consistente.

Hay varias cosas importantes que están bien conseguidas en Harpa. Otras, en mi opinión, no tanto.

OBJETIVOS PRINCIPALES 
Lo primero de todo es reconocer que nos encontramos ante un edifcio "cool". Esto unos lo consideran positivo. Otros radicalmente negativo. A mí lo "cool" me pone, como mínimo, en estado de alerta. Pero se buscaba un edificio "cool" y se ha conseguido.

Como elemento urbano, obviamente, ha modificado por completo todo a su alrededor. Cada día decenas de personas se acercan, entran, fotografían, curiosean... y algunas incluso acuden a las actividades que se realizan en el interior. Éstas actividades parecen haber mejorado de largo las condiciones en las que tenían que darse previamente: más espacio y mejor para la música. Cumple su función principal y la cumple bien. Y de paso es una de las joyas de la corona para el reclamo turístico, muy en consonancia con la reorientación que Islandia lleva unos años potenciando como destino turístico de masas, que ya están empezando a conseguir. El "principio del fin" en mi opinión, usando las palabras de Walter Benjamin sobre la Ibiza de los años treinta. Pero esta es una cuestión demasiado compleja y polémica, para mí y para este pequeño blog de arquitectura. Vuelvo al edificio:

TÉCNICA Y FACHADAS
Destacaría la factura técnica: está construído cuidando los detalles a un nivel de exigencia muy alto. Mérito de los proyectistas que ganaron el concurso para su construcción y de los trabajadores que lo han construido.

Pero a parte de hacer algo técnicamente bien, me interesa el porqué se hace. La técnica por la técnica no tendría criterio, dirección ni sentido, aunque tenga recorrido.

CLICK en la imagen para AMPLIAR
Centro de conciertos y conferencias Harpa (Reykjavík, 2011) 
de Henning Larssen Architects + Ólafur Elíasson

Un aspecto que no quiere ser culpa de nadie es que la fachada principal tenga volumen pero las demás no (1) (ésa es la fachada premiada, no su versión lateral o trasera, que son burdas). Quizá se debe a problemas "imprevistos" con el presupuesto. Por tanto las polémicas bondades de la piel las podemos contemplar sólo en la cara. El resultado es que al rodear el edificio y comparar las otras fachadas con la principal sobreviene la sensación de que nos han hecho una mascarada, un descaro torpe porque no se ha conseguido camuflar del todo ni en la fachada frontal, donde por mucha ingeniería geométrica a la que se hayan encomendado una estructura tridimensional tan compleja, inclinada, cuando quiere entregarse con un plano horizontal genera monstruos. Y éstos han quedado flotando a tres metros del suelo (2), sobre nuestras cabezas, justo antes de entrar por la puerta principal. Muy bonitos, pero monstruos. Aunque dan juego, la gente mira a través de ellos. Pero es un juego caro y vanidoso. Parte del precio de haber intentado casar a un artista con un grupo de arquitectos.

Después hay otras cuestiones de proyecto, de diseño, que lo incapacitan para ser considerado un edificio ejemplar, y por tanto merecedor de un premio prestigioso. Lo cual, al margen de la discusión sobre los valores que un edificio como éste transmite, habla de los que han decidido premiarlo y del prestigio del premio en sí: qué factores consideran ellos importantes en arquitectura? con qué grado de profundidad analizan los proyectos antes de considerar que merecen los 60.000 euros correspondientes?

VOLUMETRÍA: PLANTAS Y SECCIONES
Quizá lo más característico de Harpa es que se trata de un edificio torcido, en planta y en sección. Eso es un hecho. Algo que de partida no es bueno ni malo. Depende, exclusivamente, de qué se haga con esa falta de ortogonalidad y verticalidad (la cual hay que recordar: no es un capricho de arquitectos aburridos, sino la respuesta más directa a la fuerza dictatorial de la gravedad). Hay casos excelentes de "edificios torcidos". Uno bastante comedido, pero también en planta y sección y muy cercano a Harpa (apenas dos kilómetros) es la sede para Nordic House. En este caso, sin entrar en la tremenda calidez que emana (por ser mucho más pequeño también), los gestos torcidos, las inclinaciones, parecen explicarse por sí mismos cuando uno recorre el edificio. En Harpa, sin embargo, yo pienso que primero decidieron la fotogénica volumetría, a grandes rasgos, y después se les ocurrió esa especie de pasarela escalonada en la que han creado unas terrazas con sofás y mesas (3). Que a parte de no ser muy cómodas para andar subiendo y bajando cócteles su valor principal reside en tener vistas a la ciudad y luz directa del sol, algo que era posible de muchos otros modos menos forzados. Y su extrañeza no me parece un valor añadido positivo. Por todo ello la decisión de desviarse de la verticalidad, como no me contrarresta la sensación de inestabilidad cor argumentos de más peso, yo la encuentro insuficientemente justificada. Sospechosamente alineada con el espectáculo que nos permite la técnica contemporánea. Como si poder hacer algo fuera razón suficiente para llevarlo a cabo.

Todo lo anterior repercute, obviamente, en la volumetría exterior. Aparentemente elegante desde algunos puntos de vista, algo así como una mujer tumbada (4). Pero los que vivimos en Reykjavík estamos acostumbrados también a perspectivas diferentes que no son tan habituales en internet. Y algunas de ellas corroboran a mi entender que hubo frivolidad (en el peor de los casos) o falta de tiempo (en el mejor de ellos) para componer los volúmenes de Harpa pensando en todos los puntos desde los que se acabaría viendo. "Torpe" acude a mi mente.

COSTES
Por otro lado, al ver tantas barras, tornillos, cristales, espejos (5)... y su geometría inspirada en las columnas de basalto, lo primero que pensé fue en los costes, los de imaginarlo, modelarlo, construirlo, limpiarlo y repararlo. Necesariamente altísimos.

En esos casos siempre me viene a la mente la Alhambra de Granada. Un lugar donde, a pesar de que imagino que se utilizarían esclavos, la relación entre coste y efecto del resultado es mucho más pareja. Quiero decir que el coste debió ser altísimo pero el resultado a mí, personalmente, me estremece. En Harpa, por el contrario, lo más intenso que siento es vergüenza ajena observando el espectáculo nocturno que sólo en ocasiones intenta imitar el movimiento de las auroras boreales. Lo cual sólo puede satisfacer a un turista que no las haya visto en su vida. Y mira que me gustan otras obras del mismo artista... pero esta vez, jugando en casa de sus padres, mi opinión es que ha resbalado.

METÁFORAS
He leído varios artículos melosos y complacientes con estas metáforas: el basalto de la geometría de la fachada, las salas sólidas (por fuera) como montañas de roca, la sala principal roja como el interior de los volcanes, la luz especial que hay en Islandia filtrándose por los vidrios coloreados que cambian durante el largo día estival... y es cierto que hay algo de ello. Quiero decir que hay referencias a esos referentes. Pero esto en sí mismo no sirve de nada. O se produce muy explícitamente esa relación o lo mejor es no decirlo, porque se hace difícil justificar tanto dinero soportándolo con juegos de palabras. Sería más justo e inteligente, y menos pretencioso, hablar de cosas cómo que el edificio, en general, es oscuro por dentro (6). De cómo esa oscuridad muchas veces no está contrarrestada con la iluminación artificial, lo cual genera zonas realmente agradables, amplias, donde uno puede estar solo, casi a oscuras. Y se producen entonces reflejos y efectos de contraluz que ayudan a entender el edificio, sus recorridos, sus materiales (7)... e incitan al estado de ánimo a predisponerse para lo que al final hemos venido al edificio, que no es tanto tomar fotografías como asistir a representaciones musicales.

REPRESENTACIONES MUSICALES
Yo he asistido tres veces a las tres salas principales. De mayor a menor tamaño, respectivamente, para ver a Buika, Björk y Yann Tiersen. En el proceso (en mi opinión muy importante) de llegar a las salas no he encontrado nada especial. Muy correcto, sin más. Visual y acústicamente, desde mi poca experiencia, puedo decir que ha sido muy satisfactorio las tres veces. El color rojo de la sala principal (me dan igual los volcanes...) considero que es realmente acertado. Hay una relación entre el rojo y el espectáculo que no entiendo del todo, pero que funciona en mí: el color me dispone para lo que viene y me acoge mientras dura. Y la evacuación de las salas me sorprendió por su eficiencia en los tres casos. Quizá es que en España estamos mal acostumbrados.

LA GRAN OLVIDADA
Por último a lo que para mí hubiera sido un argumento inicial de proyecto ellos apenas le han hecho referencia. Un gigante bueno, una especie de ballena: la montaña Esja. Se puede ver desde Harpa porque todas las fachadas son de cristal (8), pero la han ignorado casi por completo. Aunque hay un pequeño volumen de oficinas o salas de reunión orientadas explícitamente hacia la montaña, como usuario o visitante puntual del edificio no he sabido encontrar una sola referencia, directa o indirecta, a esta maravilla natural que apenas está al otro lado de la bahía (9). Me parece evidente: se lo han olvidado porque no han estado en Reykjavík, o lo han hecho muy de pasada. Uno de los peajes de los concursos internacionales: se proyecta sin conocer de verdad el entorno. Nadie les advirtió de que en Reykjavík hay una montaña mágica. Y el jurado, al parecer, tampoco lo sabía. Tenían una oportunidad de lujo para bailar con ella. Tenían una cita. Pero le han dado plantón.

Con esto cierro el pequeño estudio parcial que resume mi opinión sobre los aspectos que más me han llamado la atención. Y acabo con una reflexión personal en cuanto al significado:

El exclusivo protagonismo de esta pieza es previsiblemente temporal, el futuro depara todavía sorpresas: frente a Harpa hay un foso enorme que ocupa una superficie nada despreciable. Yo pensé inicialmente que iba a corresponder a un párking subterráneo. Pero parece que allí irá otra pieza más (un centro comercial?) de una delicada operación urbana que seguro será polémica. Quizá los arquitectos de lo que está por venir decidan hacer con Harpa lo mismo que éste ha hecho con la montaña mágica que tiene detrás: ignorarlo. Con otro edificio más grande, más caro, que haga más luces, que gane más premios. Y como las ruinas del ángel de la historia los proyectos estrella se irán acumulando "ante él hasta el cielo".

Se dice que Harpa es el símbolo de un renacer, que ha reactivado la zona del puerto, que traerá muchas cosas buenas... yo no lo niego, pero estoy seguro de que un edificio arquitectónicamente mejor habría cumplido las mismas funciones, e incluso otra más esperanzadora: haber apuntado a que aprendemos de los errores.

Pero no, Walter Benjamin parece llevar razón: el huracán se ha enredado en nuestras alas, y es tan fuerte que no podemos cerrarlas. Nos empuja irremediablemente hacia el futuro, al que damos la espalda, mientras crecen los montones de ruinas hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos "progreso". Y se podría contemplar a diario, por ejemplo, mirando a Harpa. Si las luces y el humo y el espectáculo y algunos premios de arquitectura no estuvieran diseñados para enmascararlo.

No hace falta lamentarse para sentirlo, y ser capaz de constatarlo.

1 comentario:

  1. Muy acertado el análisis. Es un edificio seductor y que invita al paseo y a recorrerlo. Los reflejos, la luz, etc, hacen que la pantomima funcione cuando estás dentro pero cuando sales la sensación que queda es de ¡qué pena!

    Qué pena que la fachada principal haya quedado en no más que una muestra de lo que pudo haber sido este edificio.
    Qué pena que las decisiones geométricas más caprichosas y menos justificadas desemboquen en soluciones constructivas puntuales tan poco satisfactorias.
    Qué pena que un simple paseo por el puerto destape todas las vergüenzas de una volumetría solamente pensada para satisfacer una única perspectiva.
    Qué pena tener que salir fuera para poder disfrutar de una bahía tan espectacular.
    Etc, etc.

    Y esto sin entrar en la cuestión de la pertinencia económica e idelógica que lleva consigo un edificio como este.

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