jueves, 19 de abril de 2012

Lección inesperada 02: la llegada de los pájaros





Sospecho que la belleza de un acto solidario y la que puede provenir de otro puramente egoísta son dos sentimientos totalmente diferentes. Con síntomas comunes. Pero tan diferentes como un infarto y una puñalada en el corazón, que colapsan el mismo órgano, aunque no tienen nada que ver.

Sin embargo esta canción parece contradecirme. Me funde y alía con todo lo demás. Como si lo único que existiera fuera una gran singularidad.

Si la escucho (insisto, muy fuerte de volumen) me resulta imposible no cerrar los ojos. Emocionarme interna y egoistamente. Cerrar las ventanas y que a nadie se le ocurra molestarme. Algo útil para mí. Pero me resulta inevitable también que al mismo tiempo me invada un lúcido y noble optimismo. Abrir de nuevo las ventanas, salir al mundo, y hacer algo útil también para los demás.

No sé desde dónde vienen volando estos sentimientos. Pero llegan juntos.

Y me inspiran que muchas otras cosas podrían venir así. Y en bandada.

Que haberlo sentido, e intentar entenderlo, es el primer paso para aspirar a producir algo parecido. Como si los dioses nos dejaran, por un rato, mover los hilos que controlan nuestras propias vísceras para auto-emocionarnos y auto-impulsarnos a la vez. Aleación de lo elevado y lo necesario.
¿Será posible en arquitectura? ¿Y de qué diablos estoy hablando: forma, material, concepto, actitud...?

No sé cómo. Ni tampoco sé cómo vencer las ganas de cerrar las ventanas para siempre, cuando cada vez que salgo al mundo la masa me decepciona. Me emociona primero, muy hondo. Y me decepciona después, profundamente también. Y salgo corriendo, de vuelta a casa. A cerrarlo todo. A cerrarme a todos.

Aspirar solamente a cambiar los cuatro electrones que orbitan a mi alrededor. Pero hacerlo muy bien. Y que estos cuatro se encarguen de hacer lo mismo con lo que sea que orbite a su alrededor. Que aspiren a ser núcleo, algún día. Conjura lenta e improbable, pero fuertemente enlazada.

Sólo cositas como esta canción me hacen dudar.
Ya veremos.

La intermitente luz del Sol aviva la duda. Al tiempo que al refugio permanente de mis sombras se confirma la sospecha.


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