sábado, 10 de diciembre de 2011

Del optimismo en el producto arquitectónico


parasol, nube aislada o caseta de perro pintada:
ejemplos de optimismo probablemente inmadurado


El optimismo como algo ligero y naif, despreocupado. Que "no sabe". Simple. Interesante y divertido en tanto que curiosidad, juego o forma de vida en el parque humano. Sus consecuencias y potencial son a menudo impredecibles. En ocasiones con resultados muy positivos. Lo llamo "optimismo inmadurado".

O el optimismo como estado lúcido, más complejo, forma eficiente de canalizar la energía de un sujeto que aunque intuye o conoce la zona oscura, decide arremangarse en la zona luminosa, "hacer algo útil" con sus fuerzas, encontrando en la actitud optimista un arma potente para lograrlo. Lo llamo "optimismo madurado".

Y la infinita gradación y combinación habitual entre los extremos.



En la entrevista del otro día a Peter Cook, Anatxu Zabalbeascoa le pregunta "¿Tal vez el optimismo en arquitectura puede ser algo más que color y diversión?". Pero él responde (incomprensiblemente para mí) en relación al ejercicio de la profesión.

Sin nada que reprocharle a Peter por lo demás, y sin negar el valor de su respuesta, me habría resultado mucho más jugoso que hubiera respondido a esta pregunta en términos del producto arquitectónico.

Si no son sólo el color y la diversión (infravalorados y sobrevalorados a partes iguales) los únicos productores/transmisores de optimismo en el espacio físico construido que consideramos arquitectura, ¿qué otros factores o componentes nos atrevemos a citar?



Sin la pretensión de que sirva como un esquema exhaustivo y ordenado (y simplificando los procesos fisiológicos y psicológicos porque obviamente son de una complejidad brutal e inaccesible) empezaría diciendo que el optimismo en el sujeto puede estarse refiriendo a un razonamiento, una sensación o un sentimiento. Lo llamo "estado optimista" para abarcar las tres opciones y sus combinaciones.

Después continuaría diciendo que el optimismo se puede inocular en el sujeto unas veces de forma literal o activa (si es consciente de ello) y otras de forma subliminal o pasiva (si no es consciente).

Y en cualquiera de los casos y combinaciones anteriores, el desencadenante del "estado optimista" puede llegar a través de la vista, el oído, el olfato, el gusto y/o el tacto. Pero también a través de un sexto detector que es a la vez amalgamador de los cinco anteriores y productor de esos razonamientos, sensaciones y/o sentimientos que finalmente otorgan un sentido.

Por último este sentido, que ya es subjetivo de por sí, ha de reaccionar todavía con las condiciones del entorno del sujeto (por ejemplo culturales) para poder hablar de un sentido global.

Entonces se genera el holograma que finalmente consideramos el "estado optimista".



De la densidad de lo anterior extraigo una sola gota en forma de conclusión y respuesta a la pregunta de Anatxu: cualquier factor o componente de la arquitectura es susceptible a serlo de un "estado optimista".

Además del color y la diversión, pueden ser optimismo

- observar las cosas bien hechas en funcionamiento: que en un solo edificio (un estadio de fútbol, cuando acaba el partido) miles de flujos a la vez, a varios niveles, estén funcionando correctamente, y sean comprobables a golpe de vista: 100.000 personas siendo evacuadas con eficiencia y normalidad.
- el ritmo constante, solemne, casi religioso, de una serie de volumetrías, que transmitan un orden tan potente por encima de nosotros que nos haga querer ser parte de él.
- que se produzcan en un barrio conexiones positivas no previstas, a raíz de rehabilitar y reconvertir un espacio abandonado.
- un dato técnico: los dos millones y medio de tornillos y remaches de la torre Eiffel trabajando en sincronía calculada.
- que el Sol ilumine una textura y que observarlo sea más conmovedor de lo que somos capaces de explicar...

...y cosas así.

Como para conseguir cualquier otro efecto,
como para tantas y tantas otras cosas:

Todo vale.
(Aunque no de cualquier forma).

1 comentario:

  1. Óptimo, opus, opulento, opúsculo, ópera, opíparo. El optimismo es, afortunadamente, siempre provisional a pesar de su carácter superlativo. Es aparentemente equilibrado por el pesimismo, que corrige el exceso. El pesimismo viene de peso y el optimismo de abundancia no de ligereza, que sería su auténtico opuesto. Lo que de verdad se opone al optimismo es la pobreza y la pereza. Justo con lo que tenemos que luchar ahora. (A.G.H)

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