sábado, 10 de enero de 2015

Propuesta sensorial 05

Si alguna vez la niebla te sorprende y te rodea, inundándolo todo, por la noche, en medio del campo. Si hay gran cantidad de vegetación. Si la temperatura, la humedad y las corrientes te lo permiten. Si el cielo está despejado. Y si esperas hasta el alba o te citas con ella.


Entonces el agua que anoche flotaba, ahora sábana de rocío, cuelga milagrosamente de cada hoja, de cada ramita, de cada puente que han tejido las arañas. Y en mitad del silencio emocionante que lo precede comienza suavemente un rumor familiar, que progresivamente va convirtiéndose en certeza sonora (desconcertante bajo un cielo sin nubes) de algún tipo de lluvia extraña.

Son todas las gotas de rocío, poniéndose de acuerdo para estamparse contra el suelo. Y como un aplauso metafísico unas comienzan tímidamente, otras aplauden cuando lo hace la mayoría, y quizá entre las rezagadas alguna lágrima tuya.

Todo ello está sucediendo, con ligero desfase temporal, desde todas las direcciones del espacio, gotas grandes o pequeñas, desde mayor o menor altura, a mayor o menor distancia de ti. Y eso genera una experiencia prodigiosa que te envuelve.

Dura unos pocos minutos, durante los cuales no hay trasiego de animales, ni de insectos, como si respetaran este instante que parece sagrado. Como si estuvieran contemplándolo también.

Y poco a poco la certeza sonora vuelve a convertirse en rumor, apagándose con una resignación humilde y alegre. Cediendo de nuevo el protagonismo al silencio previo al espectáculo.

La niebla de anoche, convertida en sonido por la mañana.



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