jueves, 22 de enero de 2015

De cómo conmueve la arquitectura



Supongo que hay muchas maneras. Pero yo sólo puedo hablarte de las que conozco.

Te sucederá, como te ha sucedido con otras formas de expresión más evidentes, como la música o la literatura. Pero la arquitectura, salvo numerosas excepciones, es humilde, respetuosa y lenta.

Un día comprobarás que un sillón o una mesa están especialmente bien colocados para leer o escribir en ellos. Que la materia, dispuesta de una forma concreta, hace fluir lo inmaterial de modo óptimo. Y te irás especializando en manipular la escenografía de tus días para que juegue deliberadamente a tu favor, para que suceda lo que a ti te interesa, sin que resida el protagonismo en el escenario en sí mismo. El espacio físico al servicio de la vida humana.

Por eso la arquitectura es humilde. E ir adquiriendo esa capacidad de manipulación es conmovedor.

Otro día, de repente, tendrá lugar en tu corazón algún sentimiento más o menos preciso. Nada que ver, aparentemente, con el espacio. Pero al observar la materia que te rodea, o la que te hizo llegar allí, verás que tuvo mucho que ver con ello.

Las formas, las texturas, los colores, los volúmenes... el desplazamiento de tu cuerpo a través del espacio o el comportamiento de la luz o del sonido... son unos concretos. Y más allá de ser compatibles con lo que has sentido, habrán tenido la capacidad de sugerirlo, facilitarlo y/o salvaguardarlo.

Podrás volver a ese espacio a buscar lo mismo más veces. Y si vas con el alma en un tono similar, seguirá funcionando.

La espacialidad, cuando funciona en términos arquitectónicos, opera en segundo plano para brindar y maximizar las condiciones en las que detonar tus emociones. Y eso, cuando no es casualidad, es causalidad.

La disposición física de causas que activan tus mecanismos emocionales es arquitectura, y se coloca un paso por detrás, un escalón por debajo, de la experiencia del que la habita. De lo contrario se trataría de algún tipo de escultura.

Por eso la arquitectura es respetuosa. Y comprobar que interactúa con las emociones como una máquina es conmovedor.

Ese día te secarás alguna lágrima, o no. Pero te acordarás de mí, y brindaremos por las circunstancias que dieron lugar a ese espacio: desde el promotor al último paleta, pasando por el arquitecto y pasando también por el paso del tiempo.

Y alguno de los días que vendrán después, en una forma, una textura, un color, un volumen... en el desplazamiento de tu cuerpo a través del espacio o en el comportamiento de la luz o del sonido... leerás el potencial que incrementa la posibilidad de conmover a seres humanos que aún no lo saben, pero acabarán allí conmovidos. Y esa idea, a ti, te conmoverá.

Reconocerás, en las cualidades de la materia, la partitura que hace sonar una experiencia relativamente concreta. Y podrás imaginar que todos los elementos del espacio que alberga tu presencia son uno solo, una gran caja de resonancia donde vibran tus emociones. Pero todo esto tardará en llegar, y se dará en diferentes fases.

Por eso la arquitectura también es lenta. Pero funciona. Y emociona. De muchas formas.

Y el día en que lo interiorices te conmoverás.

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