lunes, 7 de julio de 2014

De la sincronicidad urbana


prohibido aparcar en la sombra

La ciudad siempre está sincronizada, de algún modo, en alguna capa, con nuestra vida.
O puede estarlo.
Pero sucede que no estamos siempre receptivos. O directamente no creemos en ello.

El tráfico y la mediocridad ambiental atropellan, cada día, la intuición y la sensibilidad de millones de ciudadanos. Parte del precio que pagamos por el progreso es una mirada mucho más gris de la que merecemos, como fugaces seres de luz efímera que somos. Y los sensores capaces de captar los códigos no habituales y la belleza se van apagando con el transcurso de los días urbanos.

De repente algo sucede, te golpea y te deja temblando. Y en mitad del trabajo y de la vida sales a la calle a dar un paseo, obligado a ver las cosas de un modo distinto. Mariposas urbanas se cruzan en tu camino. Sonríes tímidamente. Pero piensas que no puede ser, que la magia no existe, y que los destellos de sincronicidad son ilusiones de una mirada inocente y autocomplaciente.

Pero en realidad no es nada improbable ni místico, es estadístico: en la ciudad hay tantas cosas, tantas calles, tantos nombres y números, tanta gente, tantos lugares, momentos y procesos en marcha... que lo raro es no ser capaces de trazar circuitos de significación, de sentirnos sincronizados, más a menudo. Está en nuestras manos.

Resulta que existen formas de mirar, y actitudes, que parecen invocar esa sincronicidad. Y no se accede a ellas por cuestión de fe: se trata de utilizar la intuición y sensibilidad que dejamos atropellar cada mañana.

coincidencia no significativa
Hay quienes dicen que no es real, porque fusionan causalidad y casualidad, las coincidencias significativas con las que no lo son. Y está bien, puede que lleven razón. Pero mi experiencia personal me indica lo contrario. En mi opinión las coincidencias significativas y las no significativas son cosas distintas. Aunque no sepa explicarlo.

Puedes hacer lo que quieras con lo que aparentan ser coincidencias. Por ejemplo y como mínimo, suponiendo que no fueran nada relevante, inventarte un significado que esté cargado de un sentido profundo. Jugar al juego, darle una oportunidad a lo que llamas "magia", para optar a redefinirla. Abordar científicamente un misterio.

Pero hay que mirar con ojos distintos, con otros órganos, tal vez.

Lo cierto es que cada día, en la ciudad, es día de fiesta: la de la infinita (a efectos prácticos) multiplicidad de combinaciones de posibilidades. Y tenemos derecho a ella.

El universo no es lugar tan serio como parece.


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