lunes, 23 de septiembre de 2013

De los momentos de una luz irrepetible


la escalera de la casa de mis abuelos

Tras el último peldaño, siempre que he llamado al timbre, ha esperado allí con los brazos abiertos el ángel que es mi abuela. Todavía sigue haciéndolo. Y que dure..

En esa casa murió mi abuelo. Por esa escalera le bajaron de la única forma que él aceptaba de buen gusto a esas alturas: con los pies por delante.

Una mañana de repente me llamó mi madre. Corre, al abuelo le ha pasado algo. De tan rápido que llegué no recuerdo subir la calle, ni la escalera. Entré en la casa como si la brisa que iba dejando a mi paso pudiera traer consigo algo de posibilidad de vida que compensara lo que ya sabíamos, lo inevitable. Un policía en el pasillo me advirtió: está en el baño. Y efectivamente, el cuerpo en el suelo, boca abajo, los ojos cerrados. La boca entreabierta y su cara contra el suelo frío. Pero hacía tan poco tiempo que aún desprendía calor. Caricias. Abrazo.

Toda la atención que no presté a la escalera ese día, toda la que no he prestado en casi treinta años, se concentró en un solo día, meses después, cuando subiéndola un rayo de sol, muy sesgado, me hizo detenerme. Había tanta información contenida en esa escena...

Por un lado lo inmaterial: sensaciones imprecisas de vida, sexo y muerte, certeza de finitud pero de presente también, la infancia, los días corrientes allí vividos, el recuerdo del último abrazo en el suelo del baño, la idea de mi abuelo mismo en forma de rayo... emoción por el milagro de la luz, por las inagotables cualidades de la materia...

Y por otro lado lo material: la luz escorada revelaba lo mejor de la textura de la pared, la proporción de los peldaños y su proyección en el inmediatamente inferior, las motas de polvo danzando, las telas de araña invisibles hasta entonces... el rítmico reflejo del sol en cada escalón recordándome la sensación de amaneceres y atardeceres en la retina...

Nadie puede explicar por qué, ni mucho menos cómo, todas esas cosas pueden acudir juntas a la mente en una fracción de tiempo tan corta. Pero tengo clarísimo que ese rayo de luz, en esas condiciones, catalizó el proceso. Y que fue terriblemente real. Literalmente psiconáutico: la sensación de que allí se encontraría la esencia de las cosas, en ese tumulto de datos, si es que residiera en algún lugar.

Por lo general solemos darle poco valor a estas experiencias, categoría de anécdotas. Muchas veces ni estamos seguros de haberlas vivido. Se internan en el territorio de lo místico y religioso. Y eso algunos, racionalmente, no lo toleran. Pero si uno atiende cuando suceden, aunque efímeras e inasibles, cobran un sentido brutalmente punzante.

Por eso existen prodigiosos intentos de domesticar e idealizar este tipo de experiencias, pero me temo que son mucho más escurridizas que todo eso...

Si bien es relativamente fácil y fiable invocarlas íntegramente en el espacio interior de la mente mediante la psiconáutica, pedirle una colaboración activa al espacio exterior a la mente, al físico y tangible que proyectamos y construimos nosotros mismos, es bastante menos certero. No parece que la arquitectura sea capaz de proporcionar, de forma sistemática, momentos de significación o trascendencia de esa intensidad. Como mucho, la buena arquitectura, sea capaz de aumentar la probabilidad de que sucedan. Y hay que cuidarse de los que buscan generar o fotografiar el rayo de luz como algo exclusivamente plástico.

Pero ésa es la enésima función incalculable, no imprescindible y sin embargo importante de la arquitectura: servir de sustento físico que aumente la probabilidad de que se produzcan esos momentos de una luz irrepetible. Sólo los justos. Ni más ni menos.
La perfección de la dosis exacta.


2 comentarios:

  1. cuanto has crecido Jesús y cuanto me alegro....Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Helena,

      ya sabes quién me recomendó "Demian" en el momento clave no? : )
      es de esas cosas que nunca se pueden agradecer lo suficiente, porque son incalculables. pero muchas gracias igualmente...

      un beso enorme.

      Eliminar