martes, 16 de octubre de 2012

De la honestidad constructiva



como si los muros de bloque al desnudo estuvieran tan mal


La honestidad constructiva es importante, entre otras cosas, porque su relación con la honestidad personal suele ser directamente proporcional. Se promueven a sí mismas y entre ellas.

Como civilización estas cuestiones nos definen permanentemente. Habitantes del siglo XXII descubrirán las ruinas de Las Vegas y sólo encontrarán cartón piedra. Tendrán la tentación, la pereza y la desfachatez de pensar que todos fuimos iguales.

Fue constructivamente honesto, por ejemplo en Ibiza, levantar muros de piedra seca para delimitar propiedades o formar bancales. Que crecieran plantas entre las juntas reforzándolas. Que resistieran el paso del tiempo. Y que se extendieran por las laderas de las montañas porque se necesitaban los bancales para cultivarlos y vivir de ellos.

También fue honesto que cuando aparecieron los bloques prefabricados (bendito progreso) se pasara a construir los muros con éstos. Incluso en formas de pintarlos o revestirlos hay lugar para la honestidad. O que a pesar de disponer de bloques hubiera quien se lo pudiera permitir e insistiera en los muros de piedra seca. En cualquier caso había una coherencia entre sistema constructivo, elemento a construir y función del mismo.

Pero más adelante el progreso dio lugar también a una fechoría cada vez más extendida, muy aceptada por ejemplo de nuevo (camino de convertirse en tradicional) en las Islas Baleares y característica de cuando sobra el dinero y no se sabe dónde gastarlo: consiste en construir muros de bloque u hormigón armado para después forrarlos de piedra imitando los muros de piedra seca, sin sonrojarse lo más mínimo. Capas finas de piedra, no portante. Una opción decadente en el limbo entre el presente y el pasado. Como cámaras digitales compactas que reproducen el sonido de una réflex. Confusión y despropósito. Niños que imitarán el sonido de las cámaras digitales sin saber su origen.

Ser arquitecto, además de cuestionarlos, también es entender los signos de tu tiempo, aceptarlos razonablemente y aprender a utilizarlos y expresarte con ellos.

¿Y qué diferencia hay entre revestir un muro con una capa de pintura o hacerlo con una capa de piedra? ¿Qué linea diferencia las intervenciones honestas de las que no lo son? Es un tema delicado. Descifrar las reglas de ese difícil equilibrio es también ser arquitecto. En este punto es donde necesitamos de la honestidad.

En mi opinión depende de la intención y de cuánto sabemos transmitirla en la solución acabada.

Si no nos complace la desnudez de un muro de bloque podemos y debemos tratarlo. Modificándolo por completo o simplemente ayudándole a encontrarse con lo mejor de sí mismo. Pero si no lo hacemos con honestidad estamos dejando paso libre a la decadencia.

Cuidado también con tratar elementos por adelantado cuando quizá en un periodo de tiempo razonable ellos solos pueden hacerlo mejor. Argumentos de peso tenemos que ofrecer para haberles impedido ser ellos mismos.

Los dioses, los materiales y los buenos creadores saben perfectamente cuando estamos siendo honestos y cuando no. Pero los primeros no existen. Y los segundos no utlizan nuestro lenguaje.


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